Cuando las leyes y los magistrados encargados de aplicarlas confunden interesadamente delito con pecado, la Justicia pasa a ser una triste monja sin fe, a la que, en el nombre de Dios tomado en vano, violan a diario en el convento.
(¿Quién pone coto a los desmanes de los jueces del Opus Dei de todos los demonios?)
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