Por qué ahora que mi nada nada espera,
arriba inesperado lo esperado
antaño tanto tiempo. Tu llamado
-cuánta crueldad-, Señor, me desespera:
A qué ahora esta esperanza, hirsuta cera,
alzando en fuego fatuo lo apagado
te inquiero y rememoro, contrariado,
el lapso en que mi anhelo pereciera.
Me otorgas lo esperado mal y tarde;
ya sé de lo incompleto del deseo
mordaz que me concedes, que lo eterno
no es más que una entelequia, que no arde
perenne llama alguna. Dios, qué infierno
volver a arder; ¡ya vuélveme al Leteo!
arriba inesperado lo esperado
antaño tanto tiempo. Tu llamado
-cuánta crueldad-, Señor, me desespera:
A qué ahora esta esperanza, hirsuta cera,
alzando en fuego fatuo lo apagado
te inquiero y rememoro, contrariado,
el lapso en que mi anhelo pereciera.
Me otorgas lo esperado mal y tarde;
ya sé de lo incompleto del deseo
mordaz que me concedes, que lo eterno
no es más que una entelequia, que no arde
perenne llama alguna. Dios, qué infierno
volver a arder; ¡ya vuélveme al Leteo!
3 comentarios:
Cuando nada se espera ya ¿dónde está uno?... o será que sí se espera algo pero sólo una cosa...
Arde la voluntad, el destino servido.
Un beso Rafa
A veces, de esos momentos inesperados y sorprendentes, cuando pareciera que toda esperanza yace bajo la yedra y el moho, surge algo importante que nos zarandea. Un abrazo.
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