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No es fácil presumir su edad. Debajo
del rictus de amargura que atraviesa,
como una cicatriz que no ha sanado,
su tez de desamparo e intemperie,
los años cobran una dimensión
que no se mide en lunas o estaciones.
Tras mucho caminar sin norte alguno
golpeado por la lluvia desde el alba,
sentado en las heladas escaleras
de un templo, halla a un mendigo que le ruega
le deje por piedad una limosna.
Le entrega su reloj y las monedas
que lleva en los bolsillos, menos una
que guarda en un zapato, y pone rumbo
camino de la mar con paso grave.
2 comentarios:
Hondo, profundo, triste.Me encantó.Enhorabuena.Saludos
Soberbio poema!!!!
Inconmensurable!!!
Sin palabras! Duel profundamente!!
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