jueves, 20 de diciembre de 2007

Entre el ciprés y la luna


Sobre el gélido mármol
Que suplanta a mi pecho,
Pudo aún germinar
La feraz primavera.
Flores vestidas de arco iris
Lo poblaron un tiempo,
Y eran ternura sus cálidos límites
Con el ansia del hielo.
Después, con la ventisca,
Pétalos, sépalos y estambres
Fueron
Alimento de buitres, carne viva en canal;
Y un manto oscuro sepultó el aliento
Mudando en piedras el aire desierto.
Fue como una hecatombe
Destripando la luz de las estrellas
(En la pálida luna aún se advierten
Las llagas de viruela
De aquel voraz eclipse que arrasó los jardines
Sólo dejando al enhiesto ciprés
Como mudo testigo del insistente invierno).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Entre el hielo y la nieve también se puede obrar el milagro de unas flores que se adelantan a la primavera, porque la fría nieve preservó un pequeño lugar para que como un invernadero nacieran unas flores que pudieran acariciar tus dedos.

En tu pecho siempre habrá una primavera, Rafa.

Besos.