miércoles, 18 de abril de 2018

Minizarzuela


—Muy buenas tardes; qué desea el caballero.
—Mulero, amiga mía, mulero. Yo soy uno de los cuatro muleros, mamita mía, que van al río, al agua, al campo y, si se tercia, hasta a la gran puñeta, que esta la cosa muy mala y no puede uno ir rechazando portes como si tal cosa.
—¿El de la mula torda?
—Oh, no, el de la mula torda, el de la mula torda, ese es mi tío. En realidad, yo soy aquel, que...
—¿El que me espera, el que me sueña, el que quisiera ser el dueño de mi amor? Pues sepa que yo no soy esa que usted se imagina, una señorita tranquila y sencilla, que un día abandonas y siempre perdona, esa niña sí, no, esa no soy yo.
—Bueno, no se ponga así, yo sólo venía a tomar algo.
—Y qué desea el mulero.
—Una caña de chevecha, que che chube a la cabecha, anda chava chube y chive otro vacho de chevecha.
—¿Le apetece al mulero un aperitivo?
—Qué hay.
—Sarandonga, noh vamo’a comer, sarandonga, un arroh con bacalao, sarandonga, en lo arto der puerto, sarandonga, que mañana eh domingo, sarandonga, cuchibiri, cuchibiri, sarandonga, cuchibiri, cuchibiri.
—Vale, pues póngame usted cuarto y mitad.
—En seguida, caballero.
—Señora, recuerde usted que yo no maldigo mi suerte porque mulero nací y, aunque me ronde la muerte, no tengo miedo a morir. Soy mulerooooo y templé mi corazón…
—Vale, vale, discúlpeme de nuevo. En seguida le sirvo, don Mulero. No tardo ni tres horas.

1 comentario:

Carlos dijo...

Ya veo que te dominas el cancionero hispánico de los sesenta a lo sochenta