No,
ni fue un dios ni llevó la tarea a cabo en tan sólo seis días con sus noches. Fue una diosa y
empleó casi una eternidad en culminar su obra; era una labor harto compleja.
Luego, agotada, durmió durante no se sabe cuántas lunas. Cuando despertó, volvió
a contemplar su creación con ensimismamiento. Continuaba siendo perfecta; tan
perfecta, que inmutable; un diamante sin vida, pese a animales y plantas y
lluvia y vientos y mareas y el sol y las estrellas y la voz mineral de los volcanes. Entonces, a
fin de contar con un instrumento con el que mitigar el tedio, creó al Hombre. Y ya no hubo remedio.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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