(De aquellas cremas, estos granos.)
—Bueno, sé bienvenida. Te preguntarás para qué te hemos convocado con tanta urgencia.
—Sea lo que sea, yo no he sido. Seguro que algún capullo de mierda me quiere colgar algún muerto. Lo juro por las sagradas memorias de Serrano Suñer y del mismísimo Generalísimo.
—Que no, mujer, no es nada de eso. Es que hemos pensado que quizá ya estés lo suficientemente madura como para integrarte plenamente en la Famiglia; ya sabes, para pasar a ser una de las nuestras.
—¡Yupi! ¡Hurra! ¡Eureka! ¡Aleluya! ♪♫♬ Hosanna hey, Hosanna ha, Hosanna hey, Hosanna hey, Hosanna... ♪♫♬
—¡Eh, eh, eh, para el carro! Primero nos tienes que dar una muestra de valor y confianza.
—¿Valor y confianza?
—Sí, tranquila, tranquila, nada grave ni complicado. Algo así como un robo en un hipermercado.
—¡Ah, no, vosotros lo que queréis es enmarronarme no sé por qué cojones! ¡Porque cualquiera saca un frigorífico o un futón del hiper sin que lo pillen! ¡Ni que yo fuese John Dillinger o Bonnie Parker!
—Que no, mujer, sería algo más menudo; algo así como un frasco de perfume o una crema antiedad.
—¡Huy, vale, vale, qué emocionante!
—Sólo una cosa más, te estaremos grabando.
—¿Grabando pa' qué? ¿Qué tiene eso que ver con el valor ni leches! ¡Menudos cabrones!
—Valor y, no lo olvides... confianza. Confianza, por eso lo de la grabación; capisci? Y tienes nuestra palabra de honor; bajo ninguna circunstancia esa grabación llegará a ver la luz. Ya sabes, la omertà y eso.
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