(Recupero este texto escrito a principios del año 2005. Más que avanzar, pareciera que no hubiésemos parado de retroceder desde entonces.)
¡Qué frío hacía hace un par de tardes! Yo suelo capear (¡vaya!, ya me salió inconscientemente el dichoso argot taurino) bastante bien las inclemencias meteorológicas, pero en esta ocasión decidí quedarme en casita, bien acurrucadito en la mesa camilla y con el mando de la caja tonta en la diestra o, no sé, tal vez en la siniestra.
Tras unos minutos de “zapping” recalé en “la nuestra”, donde ponían Andalucía Directo. Y, la verdad, es que no sé por qué, ya que estaban dando un reportaje bastante desagradable (¿qué necesidad tenía yo de que se me revolvieran las tripas y las entrañas conociendo la situación tan lamentable en la que viven algunos, con lo calentito que estaba?) sobre las vicisitudes a las que se ven sometidos estos días unos inmigrantes africanos en el poniente almeriense como consecuencia de la ola de frío. Los pobres diablos, ateridos, mal comiendo, con unos plásticos contaminados de fitosanitarios como paredes y techo (¡esto es reciclaje y lo demás tonterías! –pensé) y buscando cualquier material combustible para encender hogueras malolientes que apenas alcanzaban para descongelarles los dedos y que inundaban de humo sus improvisados “adosados”.
Insoportable ¿no? –no, no me refiero a la vida de estos inmigrantes que seguro que era mucho peor en África, sino al dichoso reportaje–. Eso mismo pensé yo, por lo que me decidí a buscar en algún otro canal aunque fuese un culebrón venezolano o una disputa de famosos de esas que tienen como único objetivo el sacar rentabilidad a unos cuernos mejor o peor puestos. En esto estaba cuando, súbitamente, cambió el panorama: un reportaje sobre la ¿Reserva Natural? –así la llaman- de El Castillo de las Guardas, con sus leones, sus jirafas, sus cebras… y los problemas de esta fauna africana, tan acostumbrada al calor, con estas heladas tan persistentes.
Así que, como me gusta conocer cosas sobre la vida de los animales, no apreté el fatídico botón del mando a distancia.
La verdad es que soy de los que opinan que estos bichos donde mejor pueden estar es en África, libres y salvajes. Pero bueno, ya que están por aquí de turismo forzado, me sorprendieron gratamente las atenciones que les dispensaban los responsables de la ¿reserva natural?: instalación de sistema de calefacción para los elefantes, mantas eléctricas para las serpientes… ¡y una dieta hipercalórica!, que, ya se sabe, con tanto frío, es bueno incrementar la ingesta de carbohidratos.
Y me sentí un afortunado y solidario ciudadano del mundo civilizado, contento de que estos animales africanos, condenados a cadena perpetua –seguro que porque son culpables de algún delito grave–, sean tratados y atendidos tan humanitariamente como se merecen.
¡Cojonudo! Nuestra sociedad cada vez respeta más los derechos de los animales, aunque, claro, como todavía la sacrosanta capacidad reguladora de los mecanismos de mercado no ha alcanzado a llegar a lo perfecto, siempre tiene que haber algún maldito “pero”. Y es que tras ver los dos reportajes no pude más que llegar a la conclusión de que, a pesar de los avances científicos y de la ostentosa mejoría de la calidad de vida en esta Europa recién constituida constituyentemente, aún continúa habiendo clases, hasta entre los animales africanos. Están los de primera división, calentitos en la ¿reserva natural?, y, por otra parte, los que no llegan ni a regional preferente, buscando periódicos viejos para encender una candela de papeles en el salón de sus transparentes “palacios” de plástico y cartón y poder así calentarse un poco las manos; que, ya se sabe, con los dedos helados es muy difícil recolectar berenjenas. "Cosas del fútbol" que, probablemente dirían Butragueño o cualquier otro futbolero defensor de esta Europa que hace unos días hemos empezado a perpetrar en España.