martes, 1 de enero de 2013

Safo

Me sorprendió leyendo a Ángel González
–era un sujeto duro-
y me dijo:“¡Cojones!,
no me esperaba esto de ti,
eres un puto gay.”
Entonces le mostré
mis poemas de amor
y sexo dedicados a una dama
a la que, protegiendo
así su intimidad,
daba el nombre de Safo.
“Gay no, qué digo gay, ¡tú eres un maricón!”
–bramó en tono burlón y luego, carcajeándose,
se fue al bar de la esquina, según dijo,
para curtir su estómago
como lo hacen los hombres.
Lo que el muy gilipollas no sabía
era que cada sábado, cuando iba
al lupanar de moda a emborracharse
y a echar un polvo a alguna puta triste,
Carmina, su mujer, y yo leíamos
a Safo antes de, extáticos,
follar como animales hasta el alba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un relato bukowskiano, para rodarlo Almodovar