Los patas negra, telúrica versión
ibérica de brāhmanes y chatrías hinduistas, son, entre todas las
castas peninsulares, la más deletérea y dañina: desconocen todo lo
relativo a la filantropía y la ética.
Se piensan a sí mismos tocados de la
mano de su dios para dirigir los destinos de vaishias, shudrás y
dalits, que se arrastran como insignificantes y prescindibles babosas
por la humillada piel de la patria hispánica, hasta aplastarlos y
mudarlos a todos en aquellos últimos: en parias sin presente ni
futuro, sin destino. Pero ni su cruel y vengativo dios existe, ni
ellos son 5 jotas. Muy por el contrario, a la primera cata emanan un
nauseabundo hedor a rancia podredumbre, a corrupta arrogancia, a
mafia de camisa bien planchada y cuello blanco, a verdugo al servicio
de la mercadería y la usura, a montaraz infierno.
Los patas negra carecen de escrúpulos
y, pese a ser alimañas de cloaca, parecen volar en todo momento, tal
que aves carroñeras, muy por encima del bien y del mal. Porque su
bien es el mal, y la patria, de la que se arrogan hipócritamente el
sublime papel de quijotescos salvadores, no más que un triste animal
estabulado, destinado, una vez cebado hasta las heces con pienso de
ínfima calidad, al despiece para su venta al mejor postor.
Los patas negra presumen de proceder de
la parte más noble del marrano patrio -de sus hombros o su aromático
y excelso aliento- pero no son más que, patético karma del más
bajo y sucio de los inframundos, un nauseabundo y nocivo pedo salido
del apestoso ano del más puerco de los cerdos: su particular y
apocalíptico Brahmā ibérico porcino.
1 comentario:
Supongo que estás hablando de la "beatiful people" que nos gobierna. Y el cerdo ibérico es lo mismo que una vaca sagrada del hinduismo. Espero que no haya cielo ni Dios, para que San pedro no te de un portazo
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