HOY, una vez más, una de tantas ya tan inútiles y mal orientadas, las centrales sindicales -tan devaluadas ya por pusilánimes- y los partidos que se autodenominan de izquierda nos animarán a celebrar en un ambiente lúdico y festivo este primero de mayo. Celebrar... el lenguaje nunca es neutro; y en muchas ocasiones es perverso. Celebrar... ¿Celebrar qué? No creo que esté el patio para celebraciones lúdicas; cinco millones de parados y los sucesivos recortes de derechos que ha perpetrado el capitalismo con la connivencia de sindicatos y partidos políticos en los últimos tiempos me avalan. ¡Celebrar, no!; reivindicar, patalear, gritar, gritar, gritar. Gritar de náuseas y desespero, levantar barricadas, arrojar piedras al cielo si es preciso. Ya no hay clase trabajadora. Por mucho que se empeñen los tan verticalizados sindicatos ¿de clase?, la izquierda de salón y encasadelherrerocucharadepalo -que es la única que queda y en la cual me incluyo-, y esa otra “izquierda” sedicente, hipócrita y falaz anegada del virus del liberalismo salvaje hasta la médula, lo que hoy quedan son esclavos desclasados, y despojos desahuciados que ya casi ni tienen fuerzas para acudir con el alma y el corazón frustrados a las colas del paro. ¿Celebrar? Me cisco yo en las celebraciones lúdicas de banderitas y consignas y arengas vacías y manidas con fecha de caducidad que viviremos a lo largo de hoy. Sí, me cisco diarreico. Salud y Revolución, compañeros.
(De lo mejor que he visto; creo que casi no hubiesen hecho falta mis palabras, que con la magnífica y profunda editorial contenida en la ilustración hubiese bastado. Pero no quería ahorrarme el grito).
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