AUNQUE aún no ha sido dado a conocer al gran público, por unas filtraciones de toda confianza hemos tenido conocimiento de que recientes y muy rigurosas pesquisas llevadas a cabo por prestigiosos investigadores de la Falaz y muy Franca Academia de la Histeria, han llevado a estos a concluir que Francisco Franco Bahamonde no era gallego. Nuestras fuentes nos han revelado que, según tan eminentes científicos, “El Caudillo ”, en contra de todo lo recogido hasta ahora por los libros de historia, era un ewok natural del planeta Endor, que a muy temprana edad, tras ser instruido como Jedi en el norte de África por Yoda –ese alter ego de Jordi Pujol-, fue abducido por los Sith y, tras abrazar, no sin gran resistencia por su parte, el lado oscuro de la fuerza, puesto al servicio de las fuerzas imperiales de Darth Sidious, ese nauseabundo Mr. Hyde del hipócrita y pusilánime canciller Palpatine.
Según el novedoso relato de sus años de periplo galáctico al que ahora hemos tenido acceso –y que muy pronto será editado en papel cuché a todo color, sin censura alguna, y con una exhaustiva profusión de detalles-, en el año del Señor de 1936 fue enviado a la península Ibérica por Darth Vader a bordo de “La Estrella de la Muerte”, con el objetivo de que desbancase del poder a los comunistas demoníacos y masones que habían puesto el Gobierno y las instituciones en España al servicio de la República Galáctica. Pero al poco de haber aterrizado, conoció a la princesa Padmé Amidala –la cual, para no ser reconocida por las fuerzas de mal, se ocultaba tras la identidad ficticia de una tal Carmen Polo- y, tras enamorarse de ella perdidamente, abandonó el lado oscuro, para trabajar durante toda su vida, de manera, eso sí, autoritaria tal y como requerían las circunstancias, pero nunca totalitaria, por la instauración de una futura y duradera democracia en la sufrida piel de toro.
Ya al final de sus años, nos cuentan nuestros informadores que “El Generalísimo” acabó profesando el budismo, y que, como recompensa por su buen karma, tras morir, se reencarnó en paloma, dirigiéndose desde ese mismo día todas las mañanas sin falta al archifamoso Valle de los Caídos para, siempre cara al sol, efectuar allí sus abundantes deposiciones.
Según el novedoso relato de sus años de periplo galáctico al que ahora hemos tenido acceso –y que muy pronto será editado en papel cuché a todo color, sin censura alguna, y con una exhaustiva profusión de detalles-, en el año del Señor de 1936 fue enviado a la península Ibérica por Darth Vader a bordo de “La Estrella de la Muerte”, con el objetivo de que desbancase del poder a los comunistas demoníacos y masones que habían puesto el Gobierno y las instituciones en España al servicio de la República Galáctica. Pero al poco de haber aterrizado, conoció a la princesa Padmé Amidala –la cual, para no ser reconocida por las fuerzas de mal, se ocultaba tras la identidad ficticia de una tal Carmen Polo- y, tras enamorarse de ella perdidamente, abandonó el lado oscuro, para trabajar durante toda su vida, de manera, eso sí, autoritaria tal y como requerían las circunstancias, pero nunca totalitaria, por la instauración de una futura y duradera democracia en la sufrida piel de toro.
Ya al final de sus años, nos cuentan nuestros informadores que “El Generalísimo” acabó profesando el budismo, y que, como recompensa por su buen karma, tras morir, se reencarnó en paloma, dirigiéndose desde ese mismo día todas las mañanas sin falta al archifamoso Valle de los Caídos para, siempre cara al sol, efectuar allí sus abundantes deposiciones.
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