miércoles, 6 de abril de 2011

Jet lag


La tarde-noche que llegué a La Habana,
tras 10 horas de vuelo, y 6 cubatas
de ron Liberación con Coca-Cola,
a casi 12.000 metros de vértigo,
ya era de madrugada en la Península.
No pude pegar ojo ni un instante,
uncido de aquel húmedo y espeso
bochorno salitroso hasta la médula.

A las 10 menos ¼, hora española,
1 hora menos en Canarias,
cuando aún

no había amanecido en el Caribe,
muy cerca del nombrado Malecón
se oyó el canto de un gallo por tres veces.

4 comentarios:

Piel Fugaz dijo...

Aquellos fueron días tormentosos en mi vida. De alguna manera sentía que por lo sucedido te había fallado y desde entonces todo cambió. Gracias al cielo seguimos en contacto y de corazón deseo que te encuentres bien.

Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

¿Alguna mulata de curvas sandungueras y ojos de caimito maduro te regaló una sonrisa? Cuando cantan los gallos el sol viene del norte, allá adonde escapan los ojos que no se atreven a irse en las balsas.
Yo no sé cómo llegué, pero acá estoy, es como si el avestruz sacara la cabeza para ver que los poetas amigos siguen ahí...Diríamos que aquí!
Un beso con rastros, minúsculos y borrosos, de salitre.
Vivian

Anónimo dijo...

Seguro que pensaste en mí cuando probaste el primer ron! jiji

ralero dijo...

Lo cierto, no tras el primer ron, es que me acordé de ti en varias ocasiones estando allá (y acá).

Besos.