La flor del tabaco
-
*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
sábado, 30 de abril de 2011
Como el perro y el gato
tú amabas a los gatos - yo de ausencia
demente como un asno desbocado
seguí una dieta a base de pescado
azul -como tus ojos - la experiencia
con tiempo y grandes dosis de paciencia
obtuvo el resultado programado
en gato en 7 vidas se han mudado
mi vida y mi persona - qué inconsciencia
pensar que de este modo alcanzaría
a estar en tu regazo que podría
así lograr tu amor tu abrazo un beso
había perro encerrado - y es por eso
que habré de echarte en falta 7 vidas
maullando de hambre y sed enfebrecidas
¡Zas!
estoy cuerdo de atar loca la noche
atándome espasmódico a tu cama
y exudo fiebrenieve a borbotones
coitado en ti en magagonía orgásmica
tú eres Napoleón yo Gruesafina
y como sufro de úlcera de estómago
mi mano hasta tu vientre va ladina
mi sed al sex mi sex al sexofondo
después yo Edipo Sex tú mi Nocasta
voraz libidinosa sauria hambrienta
yo obsceno sin complejos Rex de tu ansia
mandando a Sigmund Freud a hacer puñetas
más tarde eres Jenorio y yo Tulieta
que el sex de Inés ya es sex de un tal Romeo
–siempre sin tregua alguna ardió en deseos
obsexos de intercambio de parejas
mas como la cordura es tan jodida
de súbito me enroco rey fransex
que adicto a los fransexos ay tu sed
de semen ve mudarse en guillotina
viernes, 29 de abril de 2011
Principios cosmo{a}gónicos
como ocurre en el cosmos ab aeterno
donde la gravedad hace que gire
con un vasto vacío de por medio
la Luna -azogue- en torno de la Tierra
así a mi anhelo ciego
de satélite yermo
tus hondos ojos serios que al mirarme
me cautivan y a un tiempo me mantienen distante
si yo fuese el gran dios y poseyera
el don de hacer de nuevo el universo
jamás lo erigiría entre nosotros
lo haría en nosotros nuestro centrípeto liviano sin límite o
[distancia de por medio
mas soy sólo un mortal –sin fe ni credo-
satélite incapaz de hallar el modo
de unirme o alejarme de tu centro
jueves, 28 de abril de 2011
Lubriansiedad
una escalera
de caracol
si se es un caracol no necesita
barandas ni peldaños
sólo la baba fresca y deslizante
que alienta el deambular del gasterópodo
–estómago muñón en carne viva-
sin huellas carcomido por el hambre
de una escalaespejismo que revierta
su lúbrico periplo hacia la arena
sin rastro en su frialdad del fuego eterno
Oquedades
El espejo de la melancolía (XVIII)
de la nieve incrustándose en la sangre
entrando a alfilerazos en el alma el corazón el sexo en todo
se engendra junto a un pujo asexuado un fuego hereje
con las ascuas contadas
murciélagos errantes picotean
la luz amortajada en la evidencia del azogue
hasta cerrar los párpados sin globos oculares
del último estertor del horizonte
estallan los cimientos de la música
y se alzan de sus ruinas moribundos
gemidos de animales desterrados
del templo sin altares de su última guarida
arde el lamento loco y sus rescoldos inauditos se transmudan
en mucho más que un trueno un vendaval un torbellino en
[alarido
ahogando con su estrépito la voz de la tormenta y las arañasque tejen su escalera hacia el abismo de los astros
con lágrimas podridas de arcángeles caídos
efímero el poema testifica casi mudo
la gran ficción que nunca fue mentira
y todo queda luego en polvo seco helado triste
de sed petrificado pero polvo
con una exigua llama aunque indeleble
por siempre coagulada sobre el mármol
sin mácula que acoge su epitafio
miércoles, 27 de abril de 2011
Elle
Nochemente en primera persona oigo yorar
y en el arrullo del silencio discrimino
los timbres inauditos de mi acústica estética
Carlos Edmundo de Ory
tan íntimo es llorar que no es un verbo es un pronombre
de ambigua ortografía
cuando el llanto es ajeno
siendo o no por mi causa
lo siento –por- con “elle”
–del pronombre francés
mas si son mías las lágrimas las vomito con “ye”
–qué pobre nombre han dado
a nuestra hermosa i griega
los lerdos académicos
de la Real Academia de la Lengua Española
y yuevo por sin elle un yoro llaga
diyanto universal de arena yerta
que cae sobre la llerba llerma y yace
ahogándose en un hollo llugo
charco
de sal sin el destello de la estr-eya
de un pronombre en plural
martes, 26 de abril de 2011
Renacimiento
A Merce
Volver al XVI.
Que haya un Renacimiento
del Arte y la Cultura;
de ese ansia por Saber
que empuja al Ser Humano
a romper las cadenas;
a cuestionar sus límites;
a buscar sin descanso,la Verdad por delante,
alternativas nobles
frente a los oropeles
de valores falaces
que impuestos por profetas
comemierda y hampones,
ocultan tras su brillo
el hedor de unas heces
sin valor y aberrantes;
a descubrir que el mundo
comienza tras la línea
que finge el horizonte.
Volver al XVI
y que este Cinquecento
del siglo XXI
se lleve por delante
a la horda de cabrones
que engorda asesinando
las parcas Esperanzas
que aún restan a los Pueblos.
Volver al XVI;
que ahuyentando a los perros,
al fin Renazca el Hombre.
De{a}claración de intenciones
Si el dolor en poesía
Engendra, según dicen,
Los más sobresalientes
Prodigios literarios,
Quién sabe si algún día
Seré reconocido
Con un premio de altura
Por mor de mis poemas.
Ni me falta el dolor
Ni me arredra el trabajo;
Y he escrito ya sonetos
Que he de admitir sin falsa
Modestia se me antojan
Excelsos e impecables.
Aunque, a decir verdad,
Me importan un carajo
-ya puestos a elegir-
El Nobel o el Cervantes;
Pues mi mayor afán
Es hallar un potente
Y eficaz analgésico
Que me haga abandonar
Esta ingrata adicción
A la musa que dicta
Mis poemas, ausente.
lunes, 25 de abril de 2011
Sonetillo arromanzado para un gélido 1 de mayo sindical
Aúlla el lobo y, en su hastío,
sin eco muda en cordero
lerdo, sumiso y sin brío,
carroña de matadero.
¿Que es la vida sueño y río
y la muerte un mar postrero
que iguala al justo el impío
y el magnate al pordiosero?
¡Patrañas! ¡Qué desvarío!
Son cloaca y vertedero
sin juez, tribunal baldío.
Así que galopa, obrero;
si aúllas sin eco, sé río,
sueño y mar, potro de acero.
sin eco muda en cordero
lerdo, sumiso y sin brío,
carroña de matadero.
¿Que es la vida sueño y río
y la muerte un mar postrero
que iguala al justo el impío
y el magnate al pordiosero?
¡Patrañas! ¡Qué desvarío!
Son cloaca y vertedero
sin juez, tribunal baldío.
Así que galopa, obrero;
si aúllas sin eco, sé río,
sueño y mar, potro de acero.
El espejo de la melancolía (XVII)
La noche es seda negra
Da cobijo en su urdimbre
a los sueños sin alas
- Esperanzas que al modo
de un caracol transitan
babeantes las arenas
de los cauces sin agua
con su féretro a cuestas
- Que al trasluz de la aurora
tras romper su coraza
no han dejado de ser
una oruga arrastrada
condenada a morder
el polvo del fracaso
domingo, 24 de abril de 2011
Sacrilegio
venero tus veneros con mi sed
de cicatriz impúdica
contrita de renuncia hasta los tuétanos
en mi ateísmo fiel
me extirpo el corazón me arranco el sexo
y uncidos de fetal lagrimasemen
los escupo al altar donde Quimera
deglute los motivos de la ofrenda
mas persisten la sangre el vaho inciertos
en su voraz desear desear amar
trepidando violentos y anaorgásmicos
frente a la herida abierta e inconcusa
del cielomar fundido en sí sin coito
vértigo náuseas náuseas náuseas vómito
riadas putrefactas y asfixiantes
de sudarios de arena concebidos
sin urdimbre de raso ni milagro
se abaten desbocados desde el fondo
sin luz del firmamento
sobre la devoción sin lar ni tiempo
hay una sombra obscena en la ventana
lame el cristal lo lame lo disuelve
y estalla contra el lecho con su infinito frío
un trueno paralítico sin eco
ni el auge de un relámpago
(una liturgia hostil crece en la noche
y trenza en su ebriedad de polvo el terco
y abyecto advenimiento del que invoca
desde su tumbapúlpito la pócima
de unas briznas de azogue sal y credo)
jueves, 21 de abril de 2011
Seguidilla (XV)
martes, 19 de abril de 2011
El espejo de la melancolía (XVI)
lunes, 18 de abril de 2011
Los comemierda
EN el planeta Coluvie, allá en los últimos confines del Universo, donde se acumula la más nauseabunda e inmarcesible basura cósmica, hace siglos que ejerce el poder con puño de hierro la secta de los Comemierda. La estructura de poder de la secta es absolutamente piramidal y, en ese contexto, los comemierda de rango inferior se alimentan casi exclusivamente de los excrementos de los situados inmediatamente por encima de ellos en el escalafón. Cuanta más mierda de sus superiores es capaz de deglutir un comemierda, más posibilidades adquiere de ascender en la cadena de mando. No obstante, a partir de cierta altura en la pirámide -magnitud que es siempre inversamente proporcional a la calidad moral de los comemierda que ocupan cada estrato-, suele ser también necesario derramar y beber la sangre de otros aspirantes para poder dar el salto, que por otra parte nunca termina de ser definitivo. Los comemierda son sumamente voraces. Y el más voraz de todos es el Emperador Comemierda, que se nutre devorando con fruición al pueblo, el cual es considerado sólo una mierda entre los miembros de la secta. Por su parte, al pueblo sólo se le permite alimentarse con las poco nutritivas heces que defecan los comemierda de los estamentos inferiores. En el planeta Coluvie, cuanto mayor es la desnutrición a la que se ve sometido el pueblo, mayor y más repugnante es la obesidad indecorosa y sebosa de los comemierda.
Minority Report a la española (o a propósito de Sortu)
LA Paz y la Palabra, ya lo intuyó Blas de Otero, son dos conceptos tan íntimamente unidos, que inseparables. Los que hoy, amparados en impúdicas y espurias leyes a la carta, niegan la palabra, en aplicación de una rara especie de sanción preventiva sin delito previo, a aquellos que la están pidiendo, no están haciendo otras cosas que perpetrar una encubierta declaración de guerra, y que abrir paso al obsceno, aberrante y criminal lenguaje de los revólveres y el coche-bomba. Los que hoy, argumentando falaz e hipócritamente querer salvaguardar la Democracia, se afanan en urdir mordazas, serán mañana los cómplices de la extorsión y el asesinato, las nauseabundas plañideras venales que, en tanto las lloran de cara a la galería, en su fuero interno, estarán celebrando las víctimas con regocijo.
domingo, 17 de abril de 2011
El espejo de la melancolía (XV)
El espejo de la melancolía (XIV)
Indicios (y IV)
Esta afonía en el alma / secuestrándome el aliento.
Este temblor de piel fría / que espesa como tormenta.
Estos gemidos de luz / enlazados al silencio.
Esta devoción pagana / ungida a las ruinas / de altares repudiados.
Este beber sin pausa / sorbo a sorbo / la amarga ebriedad de la ausencia.
Este vértigo salobre / en la quietud insondable / de unos ojos sin mirada.
Estos párpados cansados / que se niegan a cerrar / sobre las lágrimas vivas / una conjetura sin respuestas.
Este azul que atado / a la escoria que destila / la saliva de los muertos / ya no se imagina.
Esta ansiada marejada / despojo de un mar en calma.
Esta fatal idolatría / lamida de alas de gaviota.
Este azul / sí / este azul…
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . -Eres / a mi poema
como la luz al relámpago.
Diciembre de 2006 – abril de 2011.
sábado, 16 de abril de 2011
Hoy...
La ausente (LVI)
te miran desde el fondo del sepulcro.
mis ojos que hace tanto corroyesen
voraces los gusanos de un tiempo no nacido,
atravesando la mortaja el ataúd la tierra el mármol,
te miran desde el fondo de su espectro,
mudados cuencas hueras negro llanto penumbras
suplicantes.
y no me dejes solo eternamente.
y duérmete una noche
sólo un instante al menos
junto a mi sed podrida, sueño insomne.
jueves, 14 de abril de 2011
Metamorfosis apócrifa
atrapado en el lecho boca arriba
con una tonelada
de sal sobre el abdomen
estuvo pataleando agonizante
tratando de salvarse de escapar
darse la vuelta
. . . . . . . . . . . . . . sobre sus élitros coriáceos
durante nueve días con sus noches
hasta el vértigo el vómito
que en las últimas sombras
anegase su aliento
terrible
. . . . . . . sobre todo
teniendo en cuenta que Gregorio Samsa
conservó en todo instante el raciocinio
y su pugna convulsa nunca fue
un mero acto mecánico e inconsciente
de corte neurológico sin centro
¿se puede imaginar mayor tortura?
morir como una inmunda cucaracha
a la que han amputado la cabeza
pero con la memoria los anhelos
las ansias de vivir
sin tara alguna intactos
miércoles, 13 de abril de 2011
El espejo de la melancolía (XIII)
Indicios (III)
Hay copas colmadas de mercurio, al borde de unos labios sin sonrisa, merodeando. ¡Dulce néctar para el sediento que ya no espera! Mas no ha de beber jamás aquel que nunca supo de humedades. Se ahoga el fracaso del durmiente en un viento veloz que no sostiene el peso del azogue laminando. Pero ya nada importa: no regresarán jamás las renuncias vergonzantes; plenitud luctuosa de lenguas cansadas donde anidan unas alas que, fraguadas sobre el vértigo, destilan la quietud insomne de la nieve sin mácula. Pero la luz es intensa tras el postrer alumbramiento de las sombras.
Sabedora de la simiente putrefacta, la interpelación se desfigura bajo la retórica asombrada de un árbol desabrido y sin frutos. En los mentideros de los charlatanes perece la vocación de los planetas. Se alza la pasión, intacta; virginal, no camina, y sus pies, descalzos y ruines como lanzas, van marcando un resquemor de huellas impalpables: abismo de entrañas que se oxidan en el pétalo postrero de la duda.
Una lápida pagana, abandonada en la sospecha de los mártires sin credo, sufre el asedio de un ángel de otoño, pero las cruces se nutren, invertidas, de un jirón de pieles rancias. Un aroma a flores inciertas se descompone de invierno.
Sé que sigues pensando que siempre fue tarde, pero una vez bebí de tus lágrimas, y no existía el tiempo. Allí, sobre lo intransitable, sólo nos faltó tu leve aliento para alcanzar a desterrar la tiranía del agua que fluía en los desagües. Pero tus pulmones están hechos de la pasta engañosa con la que se construyen los cimientos de las iglesias. Y en el ansia de una dulzura de algodones, que se niega a lacerar la piel de los enfermos, perece mi tacto en el espanto de una bondad sin ternura. Paradoja desgarradora de un ángel que, sin alas, no ha caído.
Tal vez pudiera volver, sobre manantiales de sangre, confundido con la niebla, pero me delataría la mirada esquiva en los espejos, y ya entoné las últimas plegarias. Llagas parpadean tenebrosas sin cerrarse sobre el vidrio, y un fénix sin ingenio, grotesco y cansado, ha renacido, pero no devuelven su reflejo los estanques.
Ya se fue para siempre el tiempo de sentir la calidez del gemido en la mazmorra, pero la virgen de hierro se me antoja acogedora. Llueve aguanieve sobre el foso de los penúltimos viernes de diciembre, y hace frío, mucho frío. Hay un enjambre de desapariciones que picotea mis úlceras y tú estas lejos y no hay apósito que frene tanta hemorragia. Enjambres de desaparecidas te rodean y sus rostros, de tribunal miserable, lapidan con saña mis rodillas. Huyo reptando, como un gusano, entre botas manchadas de arsénico que, mordaces, se niegan a aplastarme, pero el roce de su hirsuta lascivia me impregna de heridas de consciencia.
Hay presunciones de espanto flotando sobre la rompiente, pero los números se han cerrado en círculos y tengo sueño. Mucho sueño.
Sabedora de la simiente putrefacta, la interpelación se desfigura bajo la retórica asombrada de un árbol desabrido y sin frutos. En los mentideros de los charlatanes perece la vocación de los planetas. Se alza la pasión, intacta; virginal, no camina, y sus pies, descalzos y ruines como lanzas, van marcando un resquemor de huellas impalpables: abismo de entrañas que se oxidan en el pétalo postrero de la duda.
Una lápida pagana, abandonada en la sospecha de los mártires sin credo, sufre el asedio de un ángel de otoño, pero las cruces se nutren, invertidas, de un jirón de pieles rancias. Un aroma a flores inciertas se descompone de invierno.
Sé que sigues pensando que siempre fue tarde, pero una vez bebí de tus lágrimas, y no existía el tiempo. Allí, sobre lo intransitable, sólo nos faltó tu leve aliento para alcanzar a desterrar la tiranía del agua que fluía en los desagües. Pero tus pulmones están hechos de la pasta engañosa con la que se construyen los cimientos de las iglesias. Y en el ansia de una dulzura de algodones, que se niega a lacerar la piel de los enfermos, perece mi tacto en el espanto de una bondad sin ternura. Paradoja desgarradora de un ángel que, sin alas, no ha caído.
Tal vez pudiera volver, sobre manantiales de sangre, confundido con la niebla, pero me delataría la mirada esquiva en los espejos, y ya entoné las últimas plegarias. Llagas parpadean tenebrosas sin cerrarse sobre el vidrio, y un fénix sin ingenio, grotesco y cansado, ha renacido, pero no devuelven su reflejo los estanques.
Ya se fue para siempre el tiempo de sentir la calidez del gemido en la mazmorra, pero la virgen de hierro se me antoja acogedora. Llueve aguanieve sobre el foso de los penúltimos viernes de diciembre, y hace frío, mucho frío. Hay un enjambre de desapariciones que picotea mis úlceras y tú estas lejos y no hay apósito que frene tanta hemorragia. Enjambres de desaparecidas te rodean y sus rostros, de tribunal miserable, lapidan con saña mis rodillas. Huyo reptando, como un gusano, entre botas manchadas de arsénico que, mordaces, se niegan a aplastarme, pero el roce de su hirsuta lascivia me impregna de heridas de consciencia.
Hay presunciones de espanto flotando sobre la rompiente, pero los números se han cerrado en círculos y tengo sueño. Mucho sueño.
Diciembre de 2006-abril de 2011
martes, 12 de abril de 2011
La Cultura y la Revolución. República y Guerra Civil en Prado del Rey
"Que mi nombre no se borre de la Historia."
Julia Conesa
El próximo jueves, 14 de abril, a las 9 de la noche, se presenta, en el teatro municipal de Prado del Rey (Cádiz), "La Cultura y la Revolución. República y Guerra Civil en Prado del Rey", de Fernando Romero Romero. Una obra que escarba en los sótanos de aquellos años para recuperar la memoria de las víctimas y las circunstancias en las que fueron represaliadas. Esa memoria histórica que aún algunos tratan de mantener sumida en las catacumbas del olvido; y que, Fernando, con valentía y un excelente trabajo, ha decidido exhumar para que sepamos, para que conozcamos, para que no olvidemos, para tratar de que ningún nombre sea borrado de la Historia.
Ecos
a Isabel Guevara
otro doce de abril
porque no siempre la distancia es el olvido
como una niña-oruga abandonada
sobre un altar-mordaza sin liturgias
en su ebriedad bilingüe
herética apostata blasfema se conjura
frente a la tiranía del silencio
.
bulle en sus venas sangre de alquimista
rumor-cuarto creciente que al ocaso
se inmola hilando un nido en el sudario
que ahoga el corazón de los sinsontes
e incuba una promesa un sueño un ala
doctrina que percute a luna abierta
contra el sepulcro-elipsis de la noche
obrando en su aleteo el prodigioso
periplo que de un eco a luz da el cántico
lunes, 11 de abril de 2011
Indicios (II)
HE de asumir el desprecio, para dejar que canten los pájaros de la noche. Serán melodías suaves, como lenguas tibias lamiendo, pero el salmo tiene el tímpano poblado de cenizas sombrías. Ya no existen desesperanzas posibles bajo el cielo lánguido de las notas, y todo es negro.
Surge un tétrico rumor en el viento, semejante a un ala de ave herida, cuando abre sus amadas fauces lo eterno ignoto, y desde la escala se fuga un semitono al irrumpir los clarines anunciando un aquelarre de sangre que no habrán de beber los ojos sedientos. Una lluvia torrencial de sal húmeda brota desde el fondo del subsuelo anunciando el fin de las noches. Nace un aroma en el alba, presagio sobre el cálido rocío, pero agonizan los designios sobre sábanas sin mácula, pendientes del mármol. Una lúgubre jauría de mariposas negrísimas viene a rumiar la música cuando cesan las campanas su tañido. Hay ruinas amarillas sobrevolando las liturgias.
Ejércitos de charlatanes bien armados, con túnicas translucidas, preparan el sacrificio de los augurios sobre un altar de profundo cieno, mientras un espejismo celeste nos revela la inconsistencia de sus misterios. En el desprecio se han fraguado corazas como tránsitos de sombra, pero la luz azul, como carcoma, horada los huesos desnudos, y en el pedregal de las mentiras brotan espinas traidoras.
Me fueron cercenados los ojos con trece palabras inaudibles y la esencia de un rencor improcedente. ¿Cómo ha de buscar quien carece de manos entre el polvo, si lleva clavada en los muñones una esperanza de roca gota a gota? ¿Cómo designar por su nombre al que fue sentenciado a la vigilia?
Surge cabalgando mi enemigo, sobre el lomo de un aroma de penumbras, y quiero abrazarlo, pero sigo despierto en la parálisis y me duelen las palabras amputadas. En algún punto de la partitura violenta se han quebrado la médula y el verbo, aislando al guerrero blanco sin ojos, de pretéritos perfectos y futuros condicionales. Otra vez la lluvia, calcinando.
Una ofensiva de fiereza inesperada surge perdonada de antemano desde unas alas asediadas de dulzura. ¿Qué sabes tú de caminar cada mañana por senderos desaparecidos? ¿Qué del ansia posesa y clandestina? ¿Qué de tribunales sin indicios, de las huellas movedizas, del dolor de las deserciones, de exorcismos fracasados? Puedes, si quieres, romper el mármol, pero hace frío.
Ya viene perpetuándose el invierno bajo la ventana de octubre, y veintitrés pétalos se petrifican de destierro. Has ungido la piel del anatema con los óleos sacramentales de las sacristías, sepultando bajo un manto sagrado el perdón y la misericordia. Tras sucumbir en ordalía, vaga atormentado el sueño.
Entre el estiércol del desprecio ni las ruinas se pertenecen, y aunque, al amparo de la niebla, indiferente, me pienses erguido en la distancia, ¿qué sabes tú de arquitecturas?, ¿qué de perder la paciencia?, ¿qué de la traición y el dislate?, ¿qué de la calma aborrecible del opio, de las pasiones sin nombre, de las raíces como garfios, de la locura?
Prendido en una ciénaga de santidades, he vuelto la mirada a las iglesias y sólo he vislumbrado estatuas amordazadas por la lluvia. Estatuas de sal, desmoronándose, henchidas de cenizas y silencio. Entre la maraña de indicios falsos, con un rostro ajeno, se alimenta la alimaña que recorre el filo de la noche. Mana fría, pero es sangre, y un aroma parecido al crisantemo inunda la estancia vacía que antaño moraban las lilas.
Cae la noche como un calvario de alas en silencio, y se vierte desde la cicatriz inmóvil una herida más profunda a borbotones. Aún más profunda, mucho más profunda. Tengo sueño, mucho sueño.
Surge un tétrico rumor en el viento, semejante a un ala de ave herida, cuando abre sus amadas fauces lo eterno ignoto, y desde la escala se fuga un semitono al irrumpir los clarines anunciando un aquelarre de sangre que no habrán de beber los ojos sedientos. Una lluvia torrencial de sal húmeda brota desde el fondo del subsuelo anunciando el fin de las noches. Nace un aroma en el alba, presagio sobre el cálido rocío, pero agonizan los designios sobre sábanas sin mácula, pendientes del mármol. Una lúgubre jauría de mariposas negrísimas viene a rumiar la música cuando cesan las campanas su tañido. Hay ruinas amarillas sobrevolando las liturgias.
Ejércitos de charlatanes bien armados, con túnicas translucidas, preparan el sacrificio de los augurios sobre un altar de profundo cieno, mientras un espejismo celeste nos revela la inconsistencia de sus misterios. En el desprecio se han fraguado corazas como tránsitos de sombra, pero la luz azul, como carcoma, horada los huesos desnudos, y en el pedregal de las mentiras brotan espinas traidoras.
Me fueron cercenados los ojos con trece palabras inaudibles y la esencia de un rencor improcedente. ¿Cómo ha de buscar quien carece de manos entre el polvo, si lleva clavada en los muñones una esperanza de roca gota a gota? ¿Cómo designar por su nombre al que fue sentenciado a la vigilia?
Surge cabalgando mi enemigo, sobre el lomo de un aroma de penumbras, y quiero abrazarlo, pero sigo despierto en la parálisis y me duelen las palabras amputadas. En algún punto de la partitura violenta se han quebrado la médula y el verbo, aislando al guerrero blanco sin ojos, de pretéritos perfectos y futuros condicionales. Otra vez la lluvia, calcinando.
Una ofensiva de fiereza inesperada surge perdonada de antemano desde unas alas asediadas de dulzura. ¿Qué sabes tú de caminar cada mañana por senderos desaparecidos? ¿Qué del ansia posesa y clandestina? ¿Qué de tribunales sin indicios, de las huellas movedizas, del dolor de las deserciones, de exorcismos fracasados? Puedes, si quieres, romper el mármol, pero hace frío.
Ya viene perpetuándose el invierno bajo la ventana de octubre, y veintitrés pétalos se petrifican de destierro. Has ungido la piel del anatema con los óleos sacramentales de las sacristías, sepultando bajo un manto sagrado el perdón y la misericordia. Tras sucumbir en ordalía, vaga atormentado el sueño.
Entre el estiércol del desprecio ni las ruinas se pertenecen, y aunque, al amparo de la niebla, indiferente, me pienses erguido en la distancia, ¿qué sabes tú de arquitecturas?, ¿qué de perder la paciencia?, ¿qué de la traición y el dislate?, ¿qué de la calma aborrecible del opio, de las pasiones sin nombre, de las raíces como garfios, de la locura?
Prendido en una ciénaga de santidades, he vuelto la mirada a las iglesias y sólo he vislumbrado estatuas amordazadas por la lluvia. Estatuas de sal, desmoronándose, henchidas de cenizas y silencio. Entre la maraña de indicios falsos, con un rostro ajeno, se alimenta la alimaña que recorre el filo de la noche. Mana fría, pero es sangre, y un aroma parecido al crisantemo inunda la estancia vacía que antaño moraban las lilas.
Cae la noche como un calvario de alas en silencio, y se vierte desde la cicatriz inmóvil una herida más profunda a borbotones. Aún más profunda, mucho más profunda. Tengo sueño, mucho sueño.
Diciembre de 2006-abril de 2011
domingo, 10 de abril de 2011
Indicios (I)
EN la perenne vigilia de los relojes vacíos nunca descansan los fantasmas, y las cadenas se arrastran, por sí solas, plomizas por las venas. Hay un terror a los afectos que desconocía, pero no sé donde se haya su nido deletéreo. ¿Qué hacer ante un disfraz de roca fundido a la piel, cuando es inevitable la ternura? Bajo el temblor de la incertidumbre más oscura, todas las preguntas que no llegaron a formularse, se ajustaron al rumbo disperso de un viento incierto en la ceguera; y todo se endurece, quebradizo, frente al golpe expectante.
No, no es el silencio la respuesta, pero hubo una incógnita que se perdió con el relámpago. ¿Cómo caminar a corazón descalzo sobre un pedregal afilado de mentiras? El visionario sin mirada escupe fibra de vidrio desde sus gélidos ojos postizos. Así es el llanto de los que cayeron, enfermos de hambre azul. No pienses en las alas como respuesta. Beben de un viento equivocado allí donde atronó cegador el relámpago. ¿Cuándo cesará por siempre tanta sed verde?
Hay cicatrices en los párpados con forma de alas abatidas tras el fulgor postrero. ¿Por qué suenan las huellas perdidas como miembros amputados? ¿Dónde encontrar, en mitad del desierto, la gota de agua? ¿Dónde?
Va el sembrador con los pies hundidos en un mar de huellas que se desvanecen, y una humedad de hiel espesa en la lengua, que no se sostienen sobre la marea moribunda. El mar sangra.
Se perpetúa un amargor insoportable de desapariciones en los labios. ¡Cuánto veneno mezclado a la saliva densa del recuerdo! ¡Qué profunda grieta en la mirada rezumando lágrimas yermas! ¡Cuánto dolor engullido lentamente por no querer escupir a la deserción al rostro!
Acude, si quieres, a ver los huesos desnudos tras el primer crepúsculo, pero mantente lejos, y oculta en un suspiro las manos. No turbes el desasosiego del monólogo ni su voz quebrada de veneno contenido. Tú no lo sabes, pero robaron las uñas quebradas del aire sin brazos. No te preguntes quién, ni tú lo sabes.
Es mejor no decir nada. Sólo seguir en la mentira a voces del latido de los pies desnudos. Y habitar en la bruma de la ciénaga celeste sumida desde siempre en lo oscuro. Tengo sueño, mucho sueño.
No, no es el silencio la respuesta, pero hubo una incógnita que se perdió con el relámpago. ¿Cómo caminar a corazón descalzo sobre un pedregal afilado de mentiras? El visionario sin mirada escupe fibra de vidrio desde sus gélidos ojos postizos. Así es el llanto de los que cayeron, enfermos de hambre azul. No pienses en las alas como respuesta. Beben de un viento equivocado allí donde atronó cegador el relámpago. ¿Cuándo cesará por siempre tanta sed verde?
Hay cicatrices en los párpados con forma de alas abatidas tras el fulgor postrero. ¿Por qué suenan las huellas perdidas como miembros amputados? ¿Dónde encontrar, en mitad del desierto, la gota de agua? ¿Dónde?
Va el sembrador con los pies hundidos en un mar de huellas que se desvanecen, y una humedad de hiel espesa en la lengua, que no se sostienen sobre la marea moribunda. El mar sangra.
Se perpetúa un amargor insoportable de desapariciones en los labios. ¡Cuánto veneno mezclado a la saliva densa del recuerdo! ¡Qué profunda grieta en la mirada rezumando lágrimas yermas! ¡Cuánto dolor engullido lentamente por no querer escupir a la deserción al rostro!
Acude, si quieres, a ver los huesos desnudos tras el primer crepúsculo, pero mantente lejos, y oculta en un suspiro las manos. No turbes el desasosiego del monólogo ni su voz quebrada de veneno contenido. Tú no lo sabes, pero robaron las uñas quebradas del aire sin brazos. No te preguntes quién, ni tú lo sabes.
Es mejor no decir nada. Sólo seguir en la mentira a voces del latido de los pies desnudos. Y habitar en la bruma de la ciénaga celeste sumida desde siempre en lo oscuro. Tengo sueño, mucho sueño.
Diciembre de 2006 - abril de 2011
sábado, 9 de abril de 2011
Llega la Semana Santa y, tan ateos, empeñados en no soltar la torrija
TAN merecedor de reprobación es el corrupto, como aquellos que son incapaces de reconocer en el ojo propio la paja -al menos la paja- que ven en el ajeno. Así jamás conseguiremos limpiar el albañal de la política de baja estofa y buitres de altos vuelos de nuestros días. Lo que, tan vehementemente, exigimos a los otros, debemos ser los primeros en cumplirlo. Y, tal y como está ya el patio -quién sabe si abierto a un jodido salvapatrias con estrellas en los hombros-, no valen peros.
viernes, 8 de abril de 2011
La política, estúpidos, la política
CUANDO, tras haber firmado aquel pacto mal llamado de progreso, formaron el equipo de gobierno, no les quedó otra opción, dados su rancio abolengo y sus ilimitados y deletéreos tentáculos, que nombrar, a aquel mafioso y serio aspirante a marqués, primer terra-teniente de alcalde.
Ilustración: El conde de Pinohermoso y el marqués
de Molins, a caballo, en las afueras de Sevilla,
por José Roldán (1848). Madrid, Museo del Prado.
de Molins, a caballo, en las afueras de Sevilla,
por José Roldán (1848). Madrid, Museo del Prado.
jueves, 7 de abril de 2011
Breve tratado pagano y radical de anti-psicología
El mundo se divide –“nuestro” mundo-
en un par de submundos paralelos,
reflejo uno del otro, uno en los otros,
con un vidrio azogado de por medio.
Del lado de las sombras siempre el ego
–amplio caleidoscopio constituido
por siete mil millones de cristales-
pugnando por hallar tras de sus límites
la luz que sin arder arde en los otros
–simbiosis, pese a ser un simulacro,
caldeando la pared de la caverna
del ser íntimo y solo en su deriva.
Pero este a un tiempo micro y macrocosmos,
este adentro y afuera que titila
como una estrella agónica sin centro,
se ha visto desde siempre encenagado
por fieros asesinos de luciérnagas,
roedores de la osmosis y el azogue,
ladrones del rescoldo y el encuentro,
labriegos del rencor y de la cólera,
que elevan sus estériles mazmorras
con las ruinas opacas de ese abrigo
mudado en intemperie por su causa.
Y esto destroza el nexo, el nervio, empuja
al ego a un albañal de neurastenias,
a una Babel-abismo, a una condena
de oscuros laberintos sin Ariadna.
Al pútrido estertor de la carroña,
llegan después psicólogos, psiquiatras
e hipócritas pastores de lo eterno,
con burdos embelecos de trilero,
buscando hacer su agosto en la cellisca
haciéndonos pensar que está en lo adentro
la luz que extravió nuestra desidia.
Jamás oigas sus cantos de sirena;
son la consagración del odio, el pánico,
del margen sin regreso a la otra orilla,
la lápida que sella el mausoleo
del micro y macrocosmos agostados
al borde de la más terca entropía.
Mas no te ates al mástil, vence el miedo,
ábrete paso a golpes, dentelladas,
en medio de esos limbos para-lelos,
hasta mudarte azogue, amor, reflejo,
fundiéndote en los otros a tu ego.
Cincuenta
Cómo se pasa el tiempo, amiga mía,
y cómo, en su patética arrogancia,
el hombre finge eterna su fragancia
en tanto se marchita y se vacía.
Cómo ha pasado el tiempo. Y qué agonía
intuirte envejeciendo en la distancia,
sabiendo que no habrá una circunstancia
menguando tanta absurda lejanía.
Perdona que hoy me muestre, pues, sincero,
diciéndote, mi amiga, que te quiero,
habiéndote aun ya dado por perdida.
Lo siento; no es buen día. Mas la vida,
tan frágil, se nos va en cualquier momento;
tal vez mañana no me quede aliento.
miércoles, 6 de abril de 2011
Breve lección marxista para parvulitos
Jet lag
La tarde-noche que llegué a La Habana,
tras 10 horas de vuelo, y 6 cubatas
de ron Liberación con Coca-Cola,
a casi 12.000 metros de vértigo,
ya era de madrugada en la Península.
No pude pegar ojo ni un instante,
uncido de aquel húmedo y espeso
bochorno salitroso hasta la médula.
A las 10 menos ¼, hora española,
1 hora menos en Canarias,
cuando aún
no había amanecido en el Caribe,
muy cerca del nombrado Malecón
se oyó el canto de un gallo por tres veces.
martes, 5 de abril de 2011
Por cuánto tiempo más...
por cuánto tiempo más
la máscara que encubre
que silencia el dolor
oculto a duras penas
tras esta mueca atroz
que finge ser sonrisa
que frena en la garganta
el llanto inconsolable
la queja el alarido
la hiel la sed la súplica
no estallará en pedazos
hiriendo de metralla
violando emponzoñando
el rostro los pulmones
el sexo las pupilas
la piel la luz la sangre
la postrer la marchita
la estúpida esperanza
por cuánto ya por cuánto
soportará la entraña
el sórdido disfraz
que reprime amordaza
la palabra el aliento
la pasión los anhelos
la pasión la aflicción
la pasión el tormento
sin ahogarse extinguirse
por cuánto este sudario
este ataúd la tierra
que inhuma merma pudre
por cuánto cuánto cuánto
Flema
el que escupió
sus versos
siguiendo
los dictados
–hirsuta
dictadura-
de un
corazón
enfermo
del hígado hecho
náuseas
bilis
vómito
los miembros
amputados
su aliento hecho
pedazos
el que escupió
sus versos
sin sitio
ni motivo
para el
cántico
sin un
punto
de apoyo
para
volver al
mundo
el que escribió
de abismos
muros
jaulas
naufragios
intemperie
sombras
páramos
escoria
niebla
polvo
-mas polvo enamorado-
espectros
ruinas
plagas
alimañas
serpientes
escorpiones
buitres
ratas
gusanos
laberintos
telarañas
mortajas
sepulturas
camposantos
poblados
de
sacrílego
destiempo
de
sogas
y
mordazas
de espantosas
mazmorras y
verdugos
sin clemencia
cadenas
cepos
potros
de tortura
patíbulos
destierros
deserciones
del miedo el
alarido
la congoja
con esa atroz poética
que nace
del frío
putrefacto
de lo muerto
de un sueño
degollado
las piltrafas
–mordidas
por la sed-
de la esperanza estéril
del vértigo el dolor dolor el llanto
el que escupe el que escribe el que suscribe
lunes, 4 de abril de 2011
Bancarrota
se me fue de las manos
no supe establecer un objetivo
–tal como debe ser
con los pies en la tierra-
acorde a los recursos disponibles
a mis debilidades
fortalezas
las oportunidades
y amenazas –matriz DAFO lo llaman-
que igual que un buitre hambriento se cernían
sobre la seductora y ardua empresa
–hacer nido en los cielos-
tampoco fue acertada la estrategia
o más bien nunca
tuve
lo confieso
un plan de acción premeditado
y así - - sin darme cuenta
se me fue de las manos
lo que nunca alcancé
a engendrar desde un sueño
a rozar con las alas
a tocar con los dedos
domingo, 3 de abril de 2011
El espejo de la melancolía (X)
sábado, 2 de abril de 2011
Seguidilla (XIV)
El espejo de la melancolía (VIII)
El espejo de la melancolía (VII)
viernes, 1 de abril de 2011
Amurada
En enero de 2007 decidí meterme en la piel del alma de una ficticia mujer uruguaya afincada en Buenos Aires, Julia Villarejo decidí llamarla, y publicar en su nombre, y en otro blog que todavía mantengo, esta carta de desamor que, hoy, traigo aquí. Hasta siempre, Julia, llegaste a ser casi real.
COMO, al fin y al cabo, tú también sabes del alejamiento y la renuncia, quiero suponer que imaginas, e incluso llegas a valorar un poquito, el enorme esfuerzo que me cuesta no llamarte e ir a verte casi a diario. Porque, aunque tú y yo ya jamás podamos ser amigos -a pesar de que en alguna ocasión hayas expresado fríamente y desde la distancia lo contrario, yo no puedo dejar de pensar que, para mi desventura, es así-, lo cierto es que yo te continúo queriendo con toda mi alma. Sin poder ni querer pedir nada a cambio. Sólo recibiendo aquello que decidieses entregarme libremente desde el corazón, por poco que fuese. Como siempre. Y aunque ahora piense que lo más probable es que en todo momento hayas creído que tal cosa no era más que la milonga de una mina tostera y casi pucha que te tomaba por poco menos que un otario. Pero no te preocupes, esta lucha también la mantengo por mí.
Lo que, tal vez, ni siquiera tú puedas llegar a imaginar es lo duro que resulta no poder saber nada de las personas a las que quieres con todo el alma y a las que no puedes apartar un solo instante del pensamiento. Como a mí me sucede con vos.
Es tan duro que, a veces, por unos instantes, llego a desear no haberte conocido nunca; ¡con lo que yo siempre he abominado del olvido! Pero me horroriza tanto la posibilidad de acabar inhumando los despojos de estos recuerdos muertos, que siempre termino por buscar consuelo pensando que sería preferible volver al pasado -¡cómo si algo así fuera posible!- para recomenzar de nuevo el camino que extravié entre la bruma. Pero no a ese momento en que mis ojos se anclaron a los tuyos, sino a un pasado mucho más antiguo, a un pasado en el que aún podríamos haber estado a tiempo, en el que yo hubiese podido tener un futuro en lugar de esta sucesión de horas sin sentido que se desgranan tan pesada y lentamente y parece que nunca vayan a tener fin, a ese pasado en el que con toda seguridad coincidimos tantas veces tomando el sol de febrero en Pajas Blancas o de farra en algún boliche del Mercado del Puerto sin reconocernos, sin yo saber, entonces, que allí, junto a mí, estaba el hombre de mi vida. Puede que hasta alguna vez, incluso, alcanzasen a rozarse nuestras manos, sin que yo, torpe e insensiblemente, llegase tan siquiera a estremecerme. Hoy, de poder volver hasta mucho antes de haberte conocido, yo lo sabría. Pero ya es tarde.
Es tanto el mal que siento que hasta he llegado a contemplar la posibilidad de seguir tus recomendaciones y acudir a visitar a un especialista. Si eso me ayudase a cerrar esta herida, pero conservando intactos mis sentimientos, no lo dudaría ni un momento. Pero eso no sería así, seguro que acabarían arrancándome el amor, como a quién le amputan una pierna o un brazo, y, tal vez, como les ocurre a muchos de esos pobres lisiados desmembrados, continuase, pese a todo, doliéndome el vacío, este vacío que ya me inundará sin vos por todo el resto de mi vida. Y el amor que he sentido y aún siento por vos no lo cambiaría por nada del mundo, por mucho daño que me esté haciendo el haber tenido que enterrar mis ilusiones en vida.
Durante todo este tiempo he logrado mantenerme a flote en esta lucha que sé bien que está destinada a la derrota, pero en estos últimos días, tras tu ansiada llamada y las amables palabras que me dedicaste, las cuales, tras tanto silencio, ya no reconozco ni soy capaz de interpretar con la mínima claridad, el enfrentamiento conmigo misma se ha vuelto mucho más cruento y cada vez me siento más agotada, más incapaz de seguir luchando. He llegado a unos límites en los que se me hace imprescindible concederme una tregua, pero eso ya no depende de mí, puede que de vos tampoco. He pensado en llamarte en varias ocasiones, por si lográbamos reconocernos aún en algo y, así, lograba alcanzar esos instantes de paz que tanto necesito para poder seguir manteniendo esta batalla injusta y desigual que se ha desatado entre lo que debo hacer y mis deseos. Pero ya no sé si vos estaréis al otro lado del teléfono. O si yo seguiré en éste.
Lo que, tal vez, ni siquiera tú puedas llegar a imaginar es lo duro que resulta no poder saber nada de las personas a las que quieres con todo el alma y a las que no puedes apartar un solo instante del pensamiento. Como a mí me sucede con vos.
Es tan duro que, a veces, por unos instantes, llego a desear no haberte conocido nunca; ¡con lo que yo siempre he abominado del olvido! Pero me horroriza tanto la posibilidad de acabar inhumando los despojos de estos recuerdos muertos, que siempre termino por buscar consuelo pensando que sería preferible volver al pasado -¡cómo si algo así fuera posible!- para recomenzar de nuevo el camino que extravié entre la bruma. Pero no a ese momento en que mis ojos se anclaron a los tuyos, sino a un pasado mucho más antiguo, a un pasado en el que aún podríamos haber estado a tiempo, en el que yo hubiese podido tener un futuro en lugar de esta sucesión de horas sin sentido que se desgranan tan pesada y lentamente y parece que nunca vayan a tener fin, a ese pasado en el que con toda seguridad coincidimos tantas veces tomando el sol de febrero en Pajas Blancas o de farra en algún boliche del Mercado del Puerto sin reconocernos, sin yo saber, entonces, que allí, junto a mí, estaba el hombre de mi vida. Puede que hasta alguna vez, incluso, alcanzasen a rozarse nuestras manos, sin que yo, torpe e insensiblemente, llegase tan siquiera a estremecerme. Hoy, de poder volver hasta mucho antes de haberte conocido, yo lo sabría. Pero ya es tarde.
Es tanto el mal que siento que hasta he llegado a contemplar la posibilidad de seguir tus recomendaciones y acudir a visitar a un especialista. Si eso me ayudase a cerrar esta herida, pero conservando intactos mis sentimientos, no lo dudaría ni un momento. Pero eso no sería así, seguro que acabarían arrancándome el amor, como a quién le amputan una pierna o un brazo, y, tal vez, como les ocurre a muchos de esos pobres lisiados desmembrados, continuase, pese a todo, doliéndome el vacío, este vacío que ya me inundará sin vos por todo el resto de mi vida. Y el amor que he sentido y aún siento por vos no lo cambiaría por nada del mundo, por mucho daño que me esté haciendo el haber tenido que enterrar mis ilusiones en vida.
Durante todo este tiempo he logrado mantenerme a flote en esta lucha que sé bien que está destinada a la derrota, pero en estos últimos días, tras tu ansiada llamada y las amables palabras que me dedicaste, las cuales, tras tanto silencio, ya no reconozco ni soy capaz de interpretar con la mínima claridad, el enfrentamiento conmigo misma se ha vuelto mucho más cruento y cada vez me siento más agotada, más incapaz de seguir luchando. He llegado a unos límites en los que se me hace imprescindible concederme una tregua, pero eso ya no depende de mí, puede que de vos tampoco. He pensado en llamarte en varias ocasiones, por si lográbamos reconocernos aún en algo y, así, lograba alcanzar esos instantes de paz que tanto necesito para poder seguir manteniendo esta batalla injusta y desigual que se ha desatado entre lo que debo hacer y mis deseos. Pero ya no sé si vos estaréis al otro lado del teléfono. O si yo seguiré en éste.
El espejo de la melancolía (V)
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