"Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo." (1 Juan 4, 3).
Se autodenominan pomposamente cristianos. Ellos, los fariseos. Los que se oponen a que se dé sepultura digna a las decenas de miles de cadáveres sin identificar cuya memoria se pudre lentamente en las fosas comunes y cunetas de este país tan católico y 'semanasantero' de todos los demonios. Los que se niegan a dar de comer al hambriento y roban el pan de los empobrecidos para satisfacer su gula desmedida. Los que no mueven uno solo de sus dedos de exquisita manicura para salvar e ese niño, a esa masa innúmera e ignominiosa de niños y adultos anónimos que perecen ahogados en el Mediterráneo huyendo de la guerra y la miseria. Los que en todo momento se muestran ávidos por arrojar la primer piedra contra los diferentes, los más débiles, para luego alzar sus impúdicas manos manchadas de sangre palma al sol. Los que venderían a su madre al mejor postor porque la mujer no es para ellos más que una mera mercancía, un instrumento de esencia puramente animal destinado al servicio carnal y doméstico. Los que se regocijan en masa viendo sufrír y agonizar a un pobre animal indefenso que es torturado sin piedad hasta la muerte por un siniestro matarife al que, en su inconmensurable perversidad, denominan artista. Los que se muestran favorables al saqueo y la guerra... Se autodenominan cristianos. Ellos. Ellas. Pero actúan inspirados por el dios impío, vengativo y genocida del Antiguo Testamento, el que aniquiló Sodoma y mudó en estatua de sal a aquella que osó volver un instante la mirada atrás desobedeciéndolo. Ellos y ellas que olvidan que Jesucristo no vino a la tierra para salvar a los hombres, sino a tratar de redimir al Padre, su padre, el cruel, el genocida. Ellos y ellas que venden a diario a Cristo por treinta sucias monedas de plata. Se autodenominan cristianos, ellos y ellas, pero reniegan de Cristo y sus enseñanzas y no creen en su Dios ni en dios alguno, y menos aún en Pachamama, única diosa verdadera, a la que llevan empujando rumbo al Gólgota desde hace ya tanto tiempo. Se autodenominan cristianos, pero provienen de la estirpe de Caín y son los nauseabundos y fieles adoradores del que nunca ha dejado de estar entre nosotros: el Anticristo. Se autodenominan cristianos; yo los maldigo.
Ilustración: El Anticristo, de Edal Anton Lefterov. Fresco de 2007, en el Monasterio de Osogovo en la República de Macedonia, con todos los reyes y naciones inclinándose ante el Anticristo.
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