miércoles, 6 de febrero de 2019

El alma del revólver


En el fondo, en lo más
profundo, lo más lóbrego
no es este mundo más
que un pozo angosto; un mar
sucio, helado y sin vida;
una fosa común
en la que ya hace
                               cuánto
nos venimos pudriendo
por no jugar, cobardes,
a la ruleta rusa.

En el fondo, en lo más
profundo de la fosa
común nos queda apenas
una piltrafa exangüe
de poema, un tosco anhelo
al que arrancar migajas
moribundas de oxígeno
cuando el cansancio a duras
penas se impone y vence
un instante al insomnio
dando paso al suicida
placebo de los sueños.

Y aún así nos fingimos
nadadores olímpicos,
Nautilus, espeleólogos
tocados por la suerte
para operar la gesta
de la supervivencia
al modo en que lo harían
los dioses inmortales
sumidos en la sima
sin luz del inframundo.

En el fondo, del fondo
no se puede escapar
-siempre una fuga efímera-
sin cargar con seis balas
el tambor del revólver
para luego apuntar
y disparar sin miedo
a la sien del insomnio.

En el fondo, lo más
probable es que en el fondo
no haya fondo.
                           ¡Dispara!

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