lunes, 18 de diciembre de 2017

Historias de la calle Alfarería — Crudo invierno III (25). (Carlos Parejo)


Jacinto vive en un piso de lujo de Residencial Alfarería. En plena noche del crudo invierno se pasea en camiseta y pantalón corto por los pasillos, gracias a su calefacción central. Y se distrae entre almohadones de una mullida cama viendo la televisión de plasma de 72 pulgadas que tiene en la pared de enfrente. El variopinto universo virtual del ocio le salva del aburrimiento de tanta comodidad y riqueza. Por eso se sorprende y siente perplejidad viendo cómo se divierten seis ancianas al aire libre en la vecina Cerca Hermosa. Se han reunido alrededor de una hoguera que han puesto a arder en el centro del patio comunal. ¡Y ni siquiera pagan tarifa eléctrica, pues la han montado con maderos viejos y ramas podadas de su arboleda! Y allí cantan sus villancicos rociero-trianeros de toda la vida, alborozadas al recordarlos un año más y mantenerse fieles a su tradición. Su amiga Rocío también intenta ser una trianera de pura cepa, pero combate el frío no parando en casa en todo el día. Por la mañana desayuna sus churros en el mercado de abastos, y pasea y charla con los puesteros, eligiendo sus vituallas navideñas; Al mediodía afina su voz con el coro parroquial preparando la Misa del Gallo; después se sienta en la mesa de ofrendas y recuerdos de la “Señorita de Triana”, observando las galas-más o menos solemnes, oficiales o estrepitosas- de los devotos que hacen fila para el “Besamanos”. La caída de la tarde la encuentra en la sastrería donde le preparan el disfraz de “Estrella de la Ilusión” con que abrirá la comitiva de la Cabalgata de Triana; Llega tan rendida a casa que se pone el pijama de invierno, se tumba en la cama y se queda frita. Pero su “Ángel de la Guarda” la tapa con el edredón sueco para que no se resfríe…Mina vive en un humilde piso de protección oficial de los años setenta. Su familia se arremolina en torno al brasero de la mesa camilla del salón de estar. Fuera de allí es el reino de Siberia. Y se ponen a rezar versículos del Corán; a jugar a dados, dominó y naipes; a preparar pastelitos de carne y de miel; a modelar artesanías de regalo para sus parientes que están al otro lado de la frontera del Mar Mediterráneo… Jacinto visitó su tierra el pasado verano, viajando con sus padres, y se admiró de la combinación de brillantes colores tan opuestos que encierra la cordillera del Rif. Le evocó la mirada de Mina, tan serena y profunda en sus momentos de paz, y tan aguerrida como rabiosa y furiosa, cuando quieren pisar su dignidad los esperpentañoles racistas y machistas.

(¢) Carlos Parejo Delgado

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