"Sucede
Que me canso
De ser Dios
Sucede
Que me canso
De llover
Sobre mojado"
Efraín Huerta
Llovió sin tregua, estuvo
lloviendo, diluviando,
durante cuatro años, once meses
y dos días. Un fango
pesado como el miedo y lo improbable,
descendió torrencial, en avalancha
por las faldas henchidas de abrojos de sus sueños,
atascando el venero cuando apenas
había comenzado a despuntar el agua
—era un venero limpio, del color
del cielo cuando arranca
a manar la alborada, un cielo libre
de nublos y alimañas.
Al principio pensaron que la fuerza del agua
acabaría despejando el caño
obstruido; y se cruzaron
de brazos a esperar que se obrase el milagro.
Pero, inmisericorde, les dio Tláloc la espalda,
dictando un tiempo eterno de sequía.
Y se les hizo tarde para siempre.
Y ahora, de aquel vergel
en ciernes, sólo quedan, entre la sed del páramo,
gangrena, cloaca máxima,
agua estancada, miasmas,
cementerio maldito por los siglos
de los siglos. Amén.
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