“Las luces LEDS parpadean como fantasmagóricas lagartijas en las tiendas a oscuras. Sólo un bar mañanero está iluminado y rebosa de parroquianos, que manifiestan una insospechada animación.
El dueño ha puesto unos villancicos trianeros como video y música de fondo, y los congregados allí los cantan como en un karaoke (o más bien, los vociferan estridentemente), todos al unísono. Mientras, el dueño rasguea una rugosa y acristalada botella de anís, haciendo como de acompañamiento. Cuando se cansa deja la botella de anís en el mostrador. Y su mujer la abre e invita al personal a una copita… Alguien la piropea: ¡Eres más grande que la Catedral de Triana; no, que la Catedral de Sevilla; no, que la Giralda entera”. Todo el mundo sonríe la ocurrencia y la mayoría de las expresiones manifiestan una efímera euforia… Los manteles y los delantales de los empleados no desentonan, pues lucen motivos alusivos a las Navidades andaluzas: Las figuras del pesebre, el ángel anunciador, los reyes magos y la estrella de Oriente, pero ningún Papa Noel importado de América… Sin saber por qué y sin que sirva de precedente, unos pocos empleados fijos y una mayoría de trabajadores ocasionales y en precario, entrarán esta mañana a trabajar en sus negocios de la calle Alfarería con una sonrisa en los labios, y es que viene la Nochebuena…”
(¢) Carlos Parejo Delgado.
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