Recuerdo que, allá por nuestra tierna infancia, jugábamos a algo muy parecido. Y que, siendo tan simple, nos resultaba divertidísimo. Aunque bien es cierto que, al no haberse aún democratizado las por entonces rudimentarias tecnologías para la captación y conservación de imágenes en movimiento, era del todo impensable el hecho de tratar de dejar constancia alguna de aquello en tal tipo de soporte gráfico. En mi barrio lo llamábamos “estatua”, y su aliciente principal era que al primero que movía un pelo, lo corríamos a collejas; éramos unos asilvestrados sin refinamiento ni cultura. “Estatua”, una denominación, no obstante, de lo más acertada. Pero muy provinciana. Hoy lo llaman “mannequin challenge”. Mucho más moderno y cosmopolita. Y es que, nada como ir atesorando conocimientos de inglés de carátula de CD y vídeos musicales sin sustancia, para propiciar una amplia internacionalización del acerbo cultural de cualquier hijo de vecino.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
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