O si escribo "tu culo me seduce
más que la luna llena
a un licántropo ansioso por follarse a su loba",
es comparable a aquello
de "¿Y tú me lo preguntas?"
O, peor aún, si escribo
idénticos dislates,
pero sin aplicar
un mínimo de ritmo
musical a lo escrito,
¿soy un monstruo poético,
amén de un adalid
de una expresión más libre
y rebelde, retando
a pecho descubierto
a estos tiempos de jaulas
y cadenas que corren
para atrás como errónea-
mente nos aseguran
que suele huir el cangrejo?
Si escribo de este modo
y mis textos se venden
como churros, ¿podría
asegurar, rotundo,
que es poesía o, al menos,
una manera nueva
de hacer literatura
más accesible a todos?
¿Que aporto nuevas armas,
nuevos lemas capaces
de sumar su granito
de arena a la tarea
de concienciar al pueblo
de que echándole huevos
otro mundo es posible?
¿No son más libres décimas,
sonetos y aleluyas
por viajar siempre a lomos
de una firme cadencia
en lugar de arrastrados
por los suelos a cola
de un jaco desbocado?
¿No aporta más el verbo
en cuerpo y alma y mente
que el vocablo, a pesar
de inmaduro, podrido,
cuyo mayor propósito
es servir de carnaza?
¿No sería mejor
no faltar al respeto
a la rima de Bécquer,
para evitar que de ella
como la mala hierba
brote y llegué a extenderse
por doquier esta irónica
y certera versión?: ¿“Qué es poesía?
¿Y tú me lo preguntas? Porquería…
eres tú.”
Ilustración; Émile Bayard
1 comentario:
Quevedo satirizaba con palabras soeces en plan divertido, en nuestro siglo de Oro, y era muy culto. Cultura ha de tener el poeta, pero libertad de expresión, también.
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