Aquí yacen los restos
incompletos de un niño
que voló hecho pedazos
por un error de cálculo
–según testificaron
medios autorizados
afines al sistema–
al lanzarse un misil
de esos que, haciendo gala
de un cinismo sin límites,
los prohombres de estado
llaman inteligente.
Misil inteligente,
¡habráse visto oxímoron
más canalla y bastardo!
Y, luego de haber sido
esparcidos sin orden
sus añicos impúberes
de porvenir truncado
–aquí un dedito, allá
una costilla, un fémur,
un pingajo del cráneo,
más allá, sobre el lodo
formado por el polvo
de las ruinas y el cauce
desbordado de sangre
inocente, una masa
caótica de vísceras,
quién sabe si parida
por lo que fuese un hígado,
un riñón o unas alas–,
vinieron los prebostes
de la paz impostada
a lamentar con lágrimas
hipócritas el crimen,
evitando, eso sí,
nombrar al asesino.
Es la historia de siempre,
la misma perra historia
de cruzados metiendo
al infiel en cintura,
cruzados que, vehementes,
reclaman que haya paz
en la tierra y a un tiempo
se lucran fabricando
proyectiles, fusiles,
y carros de combate
entre otras herramientas
de pacificación
con las cuales habrán
de perpetrar sus crímenes
de lesa humanidad los genocidas.
1 comentario:
El Estado judio se defiende, efectivamente, tan salvaje e impunemente como en las Cruzadas medievales, saltándose los derechos humanos y sin nadie que le chiste.
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