Si los cuentos pudiesen
empezar por aquello
de la felicidad y las perdices.
Pero comienzan siempre
con érase una vez
en un país lejano,
y, antes de que alcancemos
un autobús o un taxi
o podamos hacernos
de un par de zapatillas
con cámara de aire
y un eficaz sistema antitropiezos,
rendidos de cansancio
nos quedamos varados
en ese territorio
infecundo y minado
que se abre como abismo
o ciénaga o mazmorra
a mitad de camino
entre la irrealidad y los deseos.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Los cuentos son producto de nuestra exaltada imaginación infantil que se niega a morir toda la vida. Nothing more.
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