jueves, 17 de julio de 2014

Huda Galia, el rostro del horror (Cristina Ruiz-Cortina Sierra)

Leo con una tóxica mezcla de indignación, impotencia y espanto esta noticia —tratada con esa neutralidad canallesca de la que hacen gala los advenedizos de estómago agradecido y conciencia pusilánime— y recuerdo uno de los pasajes del magnífico aunque terrible libro -un grito desgarrado y sentido de denuncia- de mi amiga Cristina, que ha vivido aquella pavorosa ignominia in situ en ya muchas ocasiones. Y pienso que nos puede ayudar a comprender aquel horror mucho mejor que lo que aparece estos días en la prensa y las televisiones al respecto.

Huda Galia, el rostro del horror

(De “El cielo de Gaza”, de Cristina Ruiz-Cortina Sierra. Publicado en 2006 por la Asociación Al-Quds de solidaridad con los pueblos del mundo árabe)


Huda y sus hermanos disfrutaban del primer día de playa en vacaciones sin tener que pensar en el colegio. Era el 9 de junio. Habían salido todos juntos a una zona tranquila de dunas al norte de la Franja de Gaza. Les gustaba sentarse cerca de la orilla, donde los niños pueden jugar con la arena y el agua está limpia.

El padre de Huda tenía una huerta de tomates en el norte de la Franja de Gaza. Hablaban, asaban maíz y jugaban a las cartas. Los pequeños se remojaban en el agua o jugaban con la arena. Añadí, de 18 meses, estaba con su madre.

No duró mucho el rato en la playa, pues de pronto una fragata militar israelí lanzó unos misiles contra la playa. La gente huyó despavorida en sus coches, pero la familia Galia recogió las cosas rápidamente y los niños, los niños…, los juguetes, rápido, llamar a un taxi, pues no tenían coche propio. Rápido, para salir de allí.

Primer día de verano para los niños de Gaza.

Huda, que recibió una pequeña herida en el brazo, dijo que la familia abandonó de inmediato la playa y se refugiaron junto a las dunas, esperando la llegada del taxi. Huda recuerda la escena y lo que hacía cada uno de ellos cuando empezó el horror: su madre amamantaba a Hnadi y sus hermanas pequeñas jugaban alrededor cuando el misil alcanzó a la familia. Siete familiares murieron instantáneamente: su padre, Ali, de 45 años; Haitam, de seis meses; Hanadí, de 18 meses; Sabrin, de tres años; Ilham, de siete; Alia, de 25, y la segunda esposa de Ali, Raisa. Otras 26 personas resultaron heridas de gravedad. “Tenía tanto miedo que me eché a correr, pero luego volví y vi a mis hermanos y hermanas sangrando, trozos de cuerpos que no sabía de quiénes eran y a mi padre muerto sobre las dunas de la arena”.

Raisa Galia murió en el hospital. La bomba le destrozó la cara y la cabeza, y como se quedo ciega de inmediato, aún viva, se arrastraba por la arena buscando a su bebé, que también había muerto.

Huda ha vuelto a la escuela, pero no así su hermano Adsem, de diez años, que ha perdido siete centímetros en las piernas a causa del impacto de la metralla y le queda un largo camino hasta que pueda volver a andar. Su familia lo lleva en brazos y Adsem no quiere tampoco hablar ni recordar más de lo necesario la escena que les cambió la vida. Sus grandes ojos negros están llenos aún de preguntas.

Israel lanza constantemente misiles y artillería contra las zonas más pobres de Gaza, especialmente en el norte, bajo la excusa de golpear a los militantes palestinos. Sin embargo, este verano ha sido la población civil el objetivo claro de sus ataques. En este caso, Israel primero se disculpó y luego abrió una investigación unilateral en la que concluyó que no quedaba clara su responsabilidad en este ataque. Sin embargo, tanto Human Rights Watch, que realizó una investigación de forma inmediata sobre el terreno, como otras organizaciones de Derechos Humanos locales e internacionales, han llegado a la conclusión de que fue un ataque israelí desde el mar a la playa de Gaza.

La franja de Gaza ha sido golpeada sin piedad durante todo el verano, especialmente tras la captura del soldado israelí en Rafah. Este ataque, sin embargo, fue anterior, fue rutinario, no pertenecía a ninguna de las campañas sangrientas que pone en marcha Israel para castigar a la población palestina. Fue un ataque deliberado que, junto con otros que se han hecho desde el mar, han convertido este verano la playa en un lugar peligroso a donde casi nadie quería bajar.

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