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Apelando a la vida,
envenenan lo vivo.
Dejan morir a aquellos
que son innecesarios
a la liturgia espuria
de sus dioses de barro.
Legislan para hacer
de la miseria el caldo
de cultivo propicio
para las alimañas
que engordan como cerdos
devorando carroña.
Niegan el pan y el agua
a los que con la fuerza
de sus manos obraron
el sagrado prodigio
seminal de los ríos
fecundando las mieses.
Ordenan, por decreto,
“creced, multiplicaos,
para nutrir el caos
que nos otorga fuerza
para, crueles, seguir
sirviendo a nuestros amos.”
En el nombre de dios,
su dios violento y sádico
–terrible trinidad:
peste, intemperie y hambre–
construyen el infierno.
Si yo fuese su dios,
ese ídolo de fábula
al que han prostituido
mudándolo en diablo,
los echaría, a patadas,
del templo para siempre.
1 comentario:
Si cualquiera de los dirigentes caminara entre la intemperie y el hambre, qué distinto recortaría. ¡parados y hambrientos de España, al poder¡
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