lunes, 7 de octubre de 2013

Microrrelato


Se llamaba... no debo
decir su nombre, así
que llamémosla Ω.
Fue, sin α, el principio
del fin. O el fin de nada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cuantos amores innombrables que solo fueron una mirada

Vivian dijo...

Como dice el comunista-socialista-empedernido (pero amante de los dólares capitalistas) Silvio Rodríguez: Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí…¡Y los amores imposibles también! Sólo que estos últimos dejan una huella imborrable. (Qué cursi me quedó, ¿no?) jaja
Besos Rafita