lunes, 19 de marzo de 2012

Relatos verosímiles (31): Parábola del zoo de los monos (Carlos Parejo)


David vivía en una discreta ciudad media a orillas del Mar Mediterráneo. Su mayor atractivo eran los monos de su parque zoológico, común divertimento de la población.

Su familia, como tantas otras, acudía todos los domingos a ver a los jóvenes chimpancés enjaulados. Brincaban y saltaban incansables. Se hacían el amor, peleaban y gritaban. Acudían presurosos a comer cualquier cacahuete que se les ofreciera. Incluso, los visitantes más atrevidos les llevaban vasitos de bebidas alcohólicas para reírse con las tonterías mayúsculas que hacían durante sus borracheras.

Junto a estas jaulas estaban las de los chimpancés mayores. Muchas familias pasaban de largo como si no tuvieran nada interesante. Para David, la escena que se contemplaba allí contenía un dramatismo emocionante y auténtico como la vida misma. La abuela chimpancé tenía casi siempre los brazos caídos, la boca torcida, y la mirada ausente y triste. El abuelo, sordo como una tapia, miraba silencioso e impasible al horizonte mientras los recuerdos galopaban por su mente. El nuevo director del zoológico decía que ocupaban un espacio y consumían unos alimentos que había que amortizar. Y se le ocurrió doparlos con unos estimulantes que los hicieran graciosos y dicharacheros como sus nietos. David, indignado, hizo llegar a la Sociedad Protectora de Animales la manipulación de que era objeto la vida de los viejitos chimpancés. El Director, para evitar el escándalo, se resignó a dejarles acabar en paz la larga trayectoria vivida desde que los capturaron, hacía más de setenta años, en una remota y salvaje selva africana.

© Carlos Parejo Delgado

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