Su difunto padre los educó para que fueran como dos gotas de agua. Estudiaron ciencias económicas y empresariales en la selecta Universidad de Deusto. Al cumplir la treintena, Jesús María, el menor, se casó con una artesana anarquista y hippie, una vez aprobadas sus oposiciones de maestro. Pedro Antonio, el primogénito, escaló rápidamente hasta llegar a Director de Banco. Y desde allí prestó a mansalva a inmobiliarias y constructoras de todos los pelajes durante más de quince años. Pero un día, en los albores de la crisis, el supervisor central lo reunió en su despacho y le amonestó severamente: ¡Ha actuado usted con la voracidad cruel e insaciable de un tiburón financiero¡ ¡Y ha acumulado peligrosas deudas que será difícil amortizar¡ ¡Se le cierra el grifo hasta nueva orden¡. Tardó más de dos años en rehabilitar su trayectoria. Pasó a prestar a riesgo cero. Había obtenido un crédito del Banco Central Europeo a muy bajo interés. Y con este dinero compraba deuda pública al Gobierno y adelantaba pagos pendientes a sus proveedores a un interés muy superior. Su mirada volvió a brillar con los números verdes. La única preocupación que tenía en la vida era su hermano menor, al que llamaba “su mala conciencia”. Éste, Jesús María, había dejado de veranear tripulando el buque “Arco Iris” después de diez años de hacer campañas reivindicativas para que la costa de arena no fuera tragada por el ladrillo del “boom” inmobiliario. Pero había sido peor el remedio que la enfermedad. Había puesto en funcionamiento entonces la página web “todos contra la usura”. Publicaba listas comprometedoras de empresas que habían echado el cierre por no devolver préstamos a tiempo. Familias en paro que eran arrojadas de sus pisos por no pagar la hipoteca. Y un audaz catálogo de soluciones para detectar las comisiones bancarias abusivas, que se habían puesto entonces tan de moda.
© Carlos Parejo Delgado
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