A María Fernández Lago,
una despistada encantadora
una despistada encantadora
Sólo no pongo al cielo por testigo
porque no creo en dios, de que, María,
tu olvido o tu retraso, amiga mía,
es algo baladí, me importa un higo.
Y es que si me importarse, por castigo,
sin duda y sin perdón, merecería
me fuese arrebatada la alegría
sin par con que me agracia ser tu amigo.
Que el alma del afecto no es llevar
una fecha concreta en la memoria,
es una generosa trayectoria
de, igual que tú conmigo, darse, dar.
¿Cómo entonces poner por nombre al niño?
Estimo que le iría bien Cariño.
1 comentario:
Poema tierno, pero no galván
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