lunes, 5 de marzo de 2012

Mis heroínas favoritas de la Edad Media (1): La reina Ginebra


Érase la hija de unos monarcas que, con tan sólo veinte años, fue casada por razones de conveniencia política con el famoso rey Arturo. Éste la duplicaba en edad y, transcurridos dos años, Ginebra languidecía de pena. No podía tener hijos, sus padres habían muerto y el resto de familiares estaban lejos.

Desde el primer día que el caballero Lancelot llegó a Camelot se sintieron atraídos como dos imanes. Me diréis qué es lo que vio en un rudo gigantón que tenía la boca torcida y un rostro tan feo: una persona de su edad con la que podía compartir el mundo soñado que, hasta entonces, sólo consumía para sus adentros, y había sido su único consuelo en su dorada cárcel. Y es que a Ginebra, como a cualquier joven educada para reinar, la habían enseñado a controlar su comportamiento en prácticamente todo, menos en lo que referente a la necesidad de sentir un romance apasionado en plena juventud.

Ginebra recobró las ansias de vivir… ¡Cuántas veces pensaría en su amado, mientras hilaba y bordaba por las mañanas en sus cerradas y oscuras habitaciones¡¡Cuántas veces imaginaría encontrarlo cuando jugaba por las tardes a las cartas o la gallina ciega con sus damas de compañía¡ Nada más le estaba permitido entonces a una joven reina.

El propio rey puso la mecha que precipitó el fuego en que se consumieron los dos amantes. Cuando Ginebra cumplió veinticuatro, Arturo le anunció que se marcharía todo un año a combatir en una remota región. A cambio de tan larga ausencia le otorgaba el permiso de distraerse en los bosques de Camelot. ¿Cómo? Cazando palomas y otras ingenuas aves con su jauría de azores reales, siempre que fuera acompañada únicamente de Lancelot. ¡Cuántas tentaciones y remordimientos debió sufrir en los primeros días¡ Tres argumentos le pesaban como losas : La Iglesia condenaba el adulterio con las penas del Infierno. Ella era la esposa del rey, y Lancelot el mejor amigo de su Majestad y el primero de sus paladines.

Hasta su prematura muerte a los cuarenta y seis años mantuvo un amor generoso y fiel hacia los dos. Siguió venerando como un padre al rey Arturo, y queriendo como a un amante a su joven Lancelot. ¡Nunca hubo más hombres en su vida¡ Incluso, siempre amó a Lancelot en secreto, cuando se encontraban solitarios en el frondoso bosque. Y, a cambio, cuántas malignas habladurías pregonó sobre ellos la prensa rosa medieval, que se perpetuaron hasta el tiempo presente.

© Carlos Parejo Delgado

Ilustración: La reina Ginebra, De John Collier.

1 comentario:

Milena dijo...

Ay Ginebra..... y esas lecturas encendidas de nuestra adolescencia cuando nos fugábamos del insti...y nos íbamos a leer, esa primavera nueva, vibrante y Lancelot...Ay Lancelot !...Hoy me trajiste con tu estupenda crónica todo el aroma del azahar....