Aquel adolescente esperaba el viernes, como agua de mayo, para librarse de su novia estricta y posesiva, yéndose de parranda con los amigos.
Su padre, varias veces divorciado, anhelaba que llegara el mismo día de la semana para intentar la conquista de una nueva mujer, dispuesta a darle una noche de pasión sin compromiso alguno.
La abuela aprovechaba idéntico día para pasarse las horas muertas jugando en el Bingo, y así olvidar el perenne fantasma de un marido, airado y loco, que se mató tirándose de la torre más alta de la ciudad.
El dios Cupido se encontraba desesperado con aquella familia, donde erraban todos los tiros de su arco. Y los ángeles de la Guarda, deseosos de que se les asignase una misión más llevadera en la Tierra.
Su padre, varias veces divorciado, anhelaba que llegara el mismo día de la semana para intentar la conquista de una nueva mujer, dispuesta a darle una noche de pasión sin compromiso alguno.
La abuela aprovechaba idéntico día para pasarse las horas muertas jugando en el Bingo, y así olvidar el perenne fantasma de un marido, airado y loco, que se mató tirándose de la torre más alta de la ciudad.
El dios Cupido se encontraba desesperado con aquella familia, donde erraban todos los tiros de su arco. Y los ángeles de la Guarda, deseosos de que se les asignase una misión más llevadera en la Tierra.
© Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
¿Cómo vamos a esperar que "atine" Cupido, si el "cabroncete" es ciego?
Quien más y quien menos tiene siempre un "viernes" en sus días...jeje
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