Esteban e Ignacio, tras terminar su carrera universitaria, montaron una oficina donde comenzaron a trabajar juntos, como iguales.
Esteban, durante los diez primeros años, por estar enamorado de su vocación profesional, investigaba tantas horas para hacer emerger el negocio que le ardían las cejas cuando se acostaba. Incluso, redactaba informes y diagnósticos para el día siguiente en sus sueños. Ignacio lo complementaba, dedicándose a las relaciones públicas, hasta que dio el salto a la política.
Transcurrieron veinte años más. La crisis económica se llevó por delante el negocio y los empleados de la oficina de Esteban. A duras penas llegaba a fin de mes con pequeños trabajos. Allí, en su cochambroso cuchitril alquilado, se sentía olvidado por tantos clientes como había tenido. Su único orgullo era un memorial profesional que había engordado hasta las treinta páginas.
Ignacio había dejado famélico su memorial profesional desde que se dedicaba a la política. Todo el tiempo se le iba en reuniones y viajes. Se había esforzado por convertirse en un frío y respetable tecnócrata, codiciado por todos los altos cargos del Partido. Su vida era lujosa. Los mejores hoteles y restaurantes. Un apartamento en la playa y un chalet en una urbanización próxima a la capital. Un 4x4 y un vehículo utilitario.
La diferencia entre Esteban e Ignacio se había vuelto enorme.
Esteban, durante los diez primeros años, por estar enamorado de su vocación profesional, investigaba tantas horas para hacer emerger el negocio que le ardían las cejas cuando se acostaba. Incluso, redactaba informes y diagnósticos para el día siguiente en sus sueños. Ignacio lo complementaba, dedicándose a las relaciones públicas, hasta que dio el salto a la política.
Transcurrieron veinte años más. La crisis económica se llevó por delante el negocio y los empleados de la oficina de Esteban. A duras penas llegaba a fin de mes con pequeños trabajos. Allí, en su cochambroso cuchitril alquilado, se sentía olvidado por tantos clientes como había tenido. Su único orgullo era un memorial profesional que había engordado hasta las treinta páginas.
Ignacio había dejado famélico su memorial profesional desde que se dedicaba a la política. Todo el tiempo se le iba en reuniones y viajes. Se había esforzado por convertirse en un frío y respetable tecnócrata, codiciado por todos los altos cargos del Partido. Su vida era lujosa. Los mejores hoteles y restaurantes. Un apartamento en la playa y un chalet en una urbanización próxima a la capital. Un 4x4 y un vehículo utilitario.
La diferencia entre Esteban e Ignacio se había vuelto enorme.
© Carlos Parejo Delgado
1 comentario:
La diferencia entre el "ser" y el "tener"
Si es que este sistema no premia la honestidad.... fíjate en los personajes de algunos vomitivos programas de televisión.... cuánto más morbo preparen, más audiencia...
¡este país! ¡este país!
Saluditos
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