lunes, 8 de agosto de 2011

Relatos verosímiles (2) (Carlos Parejo)



Mi abuela pensó que se iba al cielo. Toda su vida nos decía lo que estaba bien y mal. Los vicios y virtudes de cada cual. Leyó decenas de veces la Sagrada Biblia. Los mensajes del Dios Cristiano a través de sus profetas dieron sentido a su quehacer cotidiano.

Su marido era ateo y librepensador. Por eso, mi madre lo que hizo fue leerse entero el Diccionario de la Lengua Española de la humanista María Moliner. Siempre tenía nombres y adjetivos para ilustrarnos cómo era cada persona y situación. La incineramos y arrojamos sus cenizas al Mar Mediterráneo, por su expresa voluntad, donde pretendía que resucitaría con cualquier otra naturaleza.

Yo, cada día, me nutro de la interminable base de datos de la empresa buscador GOOGLE. Me impresiona tanto que dos matemáticos hayan inventado cómo acumular en esta máquina la información de miles de autores de cientos de países y decenas de épocas históricas, antes tan difícil de obtener o consultar. Pero tanta información me causa ansiedad. El cerebro humano no puede digerirla en forma, manera y tiempo. Y entonces me pregunto qué utilidad y uso tendrá todo este saber acumulado en GOOGLE para mis hijos, cómo les hará.

Están informados como nunca de tantas cosas y, a la vez, no saben nada de ética y moral, pues nunca han ojeado una Bíblia, y han paladeado muy poquito del tesoro de palabras de nuestra lengua, pues ante la duda rechazan el uso del Diccionario y se van a la rápida Wikipedia.

Pero, eso sí, me han buscado información sobre treinta y seis formas distintas de irme de este Mundo para que elija la que más me guste.


© Carlos Parejo Delgado

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