EL día amaneció de manera sorprendente. Un asteroide había rozado la atmósfera de la Tierra, y no impactó de milagro contra su superficie. A su paso, barrió todos los satélites de telecomunicaciones situados en el cielo, llevándolos a la condición de basura estelar.
Millones de seres humanos no pudieron usar sus teléfonos móviles al poco tiempo de despertarse. Sus llamadas de reclamación colapsaron en vano las centralitas de las compañías operadoras. Las bolsas de valores de todo el Mundo suspendieron sus sesiones. Los tres jinetes del Apocalipsis, o sea, las tres grandes compañías de prima de riesgos que especulaban con la compra de deudas estatales, no pudieron robar su tajada diaria de millones de euros y dólares, tal como venían haciendo desde el año 1995. Hasta el Pentágono ordenó paralizar una acción militar contra los talibanes en las montañas entre Afganistán y Pakistán. Sus campamentos se habían esfumado de los ordenadores centrales. Los militares incursos en esta operación guerrera respiraron aliviados.
Millones de seres humanos no pudieron usar sus teléfonos móviles al poco tiempo de despertarse. Sus llamadas de reclamación colapsaron en vano las centralitas de las compañías operadoras. Las bolsas de valores de todo el Mundo suspendieron sus sesiones. Los tres jinetes del Apocalipsis, o sea, las tres grandes compañías de prima de riesgos que especulaban con la compra de deudas estatales, no pudieron robar su tajada diaria de millones de euros y dólares, tal como venían haciendo desde el año 1995. Hasta el Pentágono ordenó paralizar una acción militar contra los talibanes en las montañas entre Afganistán y Pakistán. Sus campamentos se habían esfumado de los ordenadores centrales. Los militares incursos en esta operación guerrera respiraron aliviados.
© Carlos Parejo Delgado
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