martes, 23 de agosto de 2011

La mancha


TRAS largo tiempo de umbrosa pesadumbre, amaneció radiante. Aquellos que lo conocían bien no recordaban haberlo visto tan animado y jovial en muchos años, ni encontraban explicación plausible a tan radical y repentina transformación en su estado de ánimo. Lo cierto, aunque nunca llegó a saberse –para qué indagar sobre las causas de tan inesperada felicidad-, es que una misericordiosa amnesia selectiva había borrado de su memoria cada instante de anhelos frustrados, de carencias, de desencuentro, de pertinaz y doloroso olvido del que había sido objeto. Y todo permaneció así hasta que unos meses después, en su pecho, justo al lado del corazón, apareció aquella mancha. Primero la frotó con saña, más tarde se arrancó la piel con ayuda de una navaja de afeitar, y, finalmente, la quemó con un hierro candente. Pero siempre terminaba reapareciendo. La mancha, aquella mancha, el rostro vivo de un pasado que nunca tuvo presente, de la pecaminosa morbidez de lo inmaculado.

2 comentarios:

Fany Martín dijo...

Alucinante, esa c'est le mot.

Besos

Milena dijo...

Todo pasa pero todo queda...