domingo, 22 de agosto de 2010

Morendo ma non troppo


La muerte no es un ente oscuro y espantoso
que viene a reclamarnos, cumplido nuestro tiempo,
y nos toma de un golpe certero de guadaña.
La muerte es una hermosa mujer de ojos celestes
y rubia cabellera, que viste alegres tonos
y huele a primavera. Su risa es un adagio
de Mozart o Marcello; sus manos, dos palomas
blanquísimas en vuelo; sus labios, una fuente
brotando en el desierto; razón de las mareas,
fruta en sazón, sus senos; su voz, liturgia y credo.
La muerte no es penumbra que inunda la mirada,
ni un vendaval acerbo que arrasa los pulmones.
Es lumbre que se aleja, e instala en nuestra sangre,
muy lentamente helándonos, la noche y el invierno;
un viento que nos deja, al filo del ocaso,
ahogando, estrangulando, robándonos el aire.

1 comentario:

Precioso, incluido el título dijo...

Al fín y al cabo la muerte es la única certeza absoluta de la vida... Presentada de esa bella manera, no me importaría que me sorprendiera el ocaso así: plácidamente, entre versos y piano