Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.
Mario Benedetti
En el callejón oscuro
con farolas de tormenta
ha despertado la flor,
de pétalos de mercurio,
su denso aroma vacío
y su sabor ceniciento.
El periplo que anunciaba
a un reino sin territorio
mientras soñaba con ninfas
tras su muralla de espinos,
se ha cubierto ya de cieno,
mariposas sin estirpe
y huellas de pasos yermos.
Con los párpados lacrados,
frente al rugido del mar
busco la luz de unos ojos,
que a tientas y sin aliento,
extirpe con fuego el fuego
(una amarga letanía
vierte su bruma en el cielo
pues sin sueños qué será
de una amapola sin peso).
Y se envilece la angustia
que se aferra a las esquirlas
de espejos sin esperanza
que hizo jirones el viento.
Y lagrimea la risa,
ahíta de sal volátil,
enturbiando las miradas
que se ocultan tras el párpado,
presas de un mal de cuervos.
Y una calavera muda
se hace eco del lamento
de preguntas sin respuesta
que se enquistan en lo eterno.
Duda eterna que desgarra
y los sentidos perturba
difuminando el deseo
tras escudos de desdichas
y la armadura del miedo.
Me traiciona la traición
que muere sin amor propio
sobre el dolor del ajeno
y se diluye el espectro
de un cadáver que agoniza
a los pies de un tiempo yerto
y se va difuminando
disperso en un pensamiento.
Ser y no estar
o estar sin ser.
Verte o no verte
sin esgrimir una lágrima;
es el dilema insoluble
en la derrota segura
de esta batalla irredenta.
Tres de mayo de 2006
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