Tras la desaparición del último de los diarios impresos, a mediados del siglo XXI, fue la edición del último libro en soporte papel, la que marcó el triunfo definitivo de la era digital. Ciento ochenta ejemplares, en lengua alemana, de Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, impresos durante el mes de agosto de 2054, en una modesta imprenta de las afueras de Maguncia. Excepto un ejemplar, que inexplicablemente pudo salvarse de las llamas, nunca llegaron a ser puestos a la venta, consumidos por el pavoroso incendio que, por aquellas fechas, redujo a cenizas varios barrios de la periferia de la ciudad alemana. Este ejemplar se convertiría una década más tarde en el libro impreso más caro jamás vendido, al subastarse por 141,2 millones de dólares en la casa Dorotheum de Viena y superar de este modo con creces el precio que llegó a pagar Bill Gates a finales del siglo XX por el Código Leicester. Nadie hubiese apostado entonces un solo céntimo porque una obra literaria en cualquier soporte pudiese superar algún día el precio pagado por la de Bradbury en Viena.
Pero el 18 de julio de 2086 estalló, entre la República Ibérica y los Estados Confederados Europeos, la guerra de Gibraltar, conflicto de tierra quemada que en sólo unos días alcanzó dimensiones mundiales y que en sus escasos cuatro meses de duración supuso el fin de la era digital, así como la destrucción casi absoluta de cualquiera de las manifestaciones artísticas hasta entonces conocidas.
Tres décadas llevó la reconstrucción somera de las redes de comunicación digitales, tras las cuales el mundo, con una población de poco más de 1000 millones de habitantes, logró situarse en niveles de desarrollo socioeconómico similares a los dados a mediados del siglo XIX.
Y aconteció lo inesperado. El 1 de abril de 2119, un pendrive que contenía un mediocre poema de tan sólo cuatro versos octosílabos que un sargento del ejército de tierra de la extinta República Ibérica aficionado a la poesía envió por correo electrónico a la mujer que amaba durante los días de la Guerra de Gibraltar, fue vendido en subasta por 223 millones de dólares por la casa Sotheby’s en Nueva York.
El poema, inspirado en una canción anónima frecuentemente entonada por la soldadesca en las trincheras de la Guerra Civil Española, decía así:
“Si me quieres escribir
ya conoces mi correo:
noteolvido@outlook
.com (tu e-mail espero).”