—A ver, ¿podría usted describir la bandera que enarbolaba con contumaz vehemencia en medio de la turbamulta?
—¿La... bandera?
—Aro.
—Turbamulta qué es.
—Como siga usted con esas tácticas tan evidentemente dilatorias, lo voy a tener que empurar por desacato y cualesquiera otras conductas delictivas que se me pongan en los cojones; que es ya la hora de comer, ¡carajo! Vaya, vaya a lo de la bandera y, si su respuesta me satisface, igual le regalo un diccionario Vox pa su onomástica. (¿Qué puñetas será turbamulta? Manda güevos las notitas tan complicás que me redacta el pasante.)
—Vale, hombre, vale. La banderaaaaa... eraaaa... era rectangular. De algodón peinado y con un sobresaliente gramaje... Estoooooo... tenía un palo. Con tres franjas horizontales, blanca la central, verdes las otras; un escudo en el centro... con trece barras verticales, siete blancas y...
—¡Absuelto, coño ya, absueltoooooooo! ¡Beeeeti, Beeeeti, Beeeeti...!
1 comentario:
Que el Rayo no nos raye en la vulgaridad de la tabla
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