—Buenas tardes, señora.
—Muy buenas tardes. ¿Qué se les ofrece?
—Verá, somos pastores de la Primitiva Archicofradía Pagana y Real
Hermandad de Ateos por la Gracia de Dios, y hemos venido para tratar de
evangelizarla.
—Desencantada. Yo soy María Esperanza Macarena de la Divina Pastora y la Virgen de la Cabeza, sexadora de pollas.
—¿Perdón?
—Quiero decir que desde que os vi llegar, dije por la burra vienen, la burra no se la llevan porque a mí no me conviene. Pero estáis de muy buen ver; si os apetece, nos podríamos montar un trío.
—¡Señora, ni que fuésemos repartidores de Butano!
—Yo es que hace tiempo instalé Gas Natural. De ahí, mi atrevimiento.
—Pero le saldrá por un pico. Sí le interesa, puedo hacerle una oferta que no podrá rechazar.
—¡Lavín, como el Padrino! ¿Pero no habían dicho que eran unos jodidos evangelizadores?
—Bueno, sí. Lo que ocurre es que el hermano Jeremías tiene que hacer frente a dos hipotecas a un alto interés y con unas jodidísimas cláusulas suelo y no tiene más remedio que hacer uso y hasta abuso del pluriempleo para tratar de evitar que lo desahucien. ¡Hermano Jeremías, coño, que no hemos venido aquí para vender bombonas!
—En ese caso, pasen.
—¿Tiene condones?
—Yo siempre follo a pelo. Pero, si lo pregunta por miedo a algún tipo de contagio, puedo mostrarles sendos certificados de virginidad y de estar absolutamente inmaculada en lo que a enfermedades de transmisión sexual se refiere.
—¿Virginidad? Ya le he dicho que hemos venido a tratar de evangelizarla.
—Y yo que soy sexadora de pollas. Venga, pasen de una puñetera vez al dormitorio, que dentro de un rato tengo que ir a rezar el Santo Rosario.
—Usted primero. Todo sea por aliviar el tortuoso paso por este valle de lágrimas a un alma descarriada. ¡Hermano Jeremías, vamos hombre, vaya usted desnudándose! Y que Dios, en su infinita misericordia, pueda perdonarnos.
—Desencantada. Yo soy María Esperanza Macarena de la Divina Pastora y la Virgen de la Cabeza, sexadora de pollas.
—¿Perdón?
—Quiero decir que desde que os vi llegar, dije por la burra vienen, la burra no se la llevan porque a mí no me conviene. Pero estáis de muy buen ver; si os apetece, nos podríamos montar un trío.
—¡Señora, ni que fuésemos repartidores de Butano!
—Yo es que hace tiempo instalé Gas Natural. De ahí, mi atrevimiento.
—Pero le saldrá por un pico. Sí le interesa, puedo hacerle una oferta que no podrá rechazar.
—¡Lavín, como el Padrino! ¿Pero no habían dicho que eran unos jodidos evangelizadores?
—Bueno, sí. Lo que ocurre es que el hermano Jeremías tiene que hacer frente a dos hipotecas a un alto interés y con unas jodidísimas cláusulas suelo y no tiene más remedio que hacer uso y hasta abuso del pluriempleo para tratar de evitar que lo desahucien. ¡Hermano Jeremías, coño, que no hemos venido aquí para vender bombonas!
—En ese caso, pasen.
—¿Tiene condones?
—Yo siempre follo a pelo. Pero, si lo pregunta por miedo a algún tipo de contagio, puedo mostrarles sendos certificados de virginidad y de estar absolutamente inmaculada en lo que a enfermedades de transmisión sexual se refiere.
—¿Virginidad? Ya le he dicho que hemos venido a tratar de evangelizarla.
—Y yo que soy sexadora de pollas. Venga, pasen de una puñetera vez al dormitorio, que dentro de un rato tengo que ir a rezar el Santo Rosario.
—Usted primero. Todo sea por aliviar el tortuoso paso por este valle de lágrimas a un alma descarriada. ¡Hermano Jeremías, vamos hombre, vaya usted desnudándose! Y que Dios, en su infinita misericordia, pueda perdonarnos.
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