Cuando fui la estrella rutilante del Concierto por la caída del muro de Berlín (1989) pensé que la Guerra Fría y la política en mayúsculas, aquélla dictada siempre por los hombres más formales y serios, habían acabado. Mis canciones expresaban que las mujeres habíamos tenido unas ganas animales de divertirnos igual que ellos y ahora podíamos hacerlo. Queríamos tener derecho a nuestra propia imagen por extravagante que resultara. Se me conocía por teñirme los cabellos de color rosa. Mi mensaje siempre ha sido que el rosa indica la delicadeza de la mujer, pero no la sumisión. Puede servir tanto para los tacones de la muñeca Barbie, como para un peinado punk. ¡ La imaginación al poder, abajo la moda formal y prefabricada por las multinacionales¡ Usaba pinzas de ropa en lugar de horquillas; estrambóticos pendientes hechos con plumas de pájaros; seis o más collares y pulseras a cual más colorista y pintoresco; camisas floreadas o llenas de rotos, leotardos de tigre como segunda piel…Y pasábamos noches locas, interminables… viviéndolas deprisa e intensamente de un local de copas a otro. Es verdad que a mí alrededor muchos vivieron colgados y se quedaron en el camino. Se bebía desaforadamente y se consumían sin medida porros, pastillas y otras drogas. Cumplidos los sesenta, he de agradecer que mis cuerdas vocales nunca han soportado el humo. Y el amor fue libre. Elegimos pareja según nuestras propias vibraciones, sea cual fuere su sexo. Mi bandera siempre ha sido la del Arco Iris. Mis canciones son actualmente los himnos con que los gays, lesbianas, transexuales y bisexuales defienden sus derechos humanos, secularmente perseguidos por la civilización occidental.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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