martes, 15 de marzo de 2016

Nada que ver

Nada que ver entre la violencia ejercida por los estados satélite del totalitarismo global y al servicio de sus mafias oligárquicas, y la legítima defensa propia, ya activa, ya pasiva, que, frente a lo anterior, se ven obligados a practicar en numerosas ocasiones los pueblos del mundo. La primera tiene como fines la opresión, la explotación, la imposición de la tristeza y las mordazas, la desigualdad, el terror, las cadenas. La segunda, la libertad, la igualdad, la justicia, la invocación de la alegría, la paz y la palabra. Y nada que ver entre el tratamiento que a una y otra dispensan los estamentos judiciales sicarios del poder. Vista gorda y manga ancha frente a la más nauseabunda y feroz de las represiones. Nunca ha habido ni podrá haber paz en sistemas sin igualdad, libertad ni justicia. Pero esos sistemas suelen encontrar su razón de ser y su alimento en sociedades en permanente conflicto. La voraz pescadilla que, en río revuelto, se muerde con fruición la cola.

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