No se apagan tus ojos en mis noches desierto:
huelo, pese a la bruma del desaire y la ausencia,
titilar, a lo lejos, sus matices turquesa de cocuyos y oasis.
Pero su luz sin mancha
no alcanza a iluminar mi corazón mazmorra:
ciega la sangre, estática
como un muñón infecto de gangrena, soy presa
fácil de la alimaña de la desesperanza.
Más profunda es la ciénaga que el olvido y la muerte;
me atrapa entre sus lodos de destiempo y abrojos,
sorbiéndome el aliento y secando las parcas
fuerzas que aún acompañan
mi fe sin más motivos que el pujo y la nostalgia.
Seguro que hay un modo de adentrarse en la broza
y abrir a dentelladas
un camino precario hacia el fuego profundo
que aún late en los rescoldos del ayer y sus fuentes.
Pero
cómo encontrarlo
con esta tetraplejia
sin sentido instalada en el meollo del alma.
No se apagan tus ojos
en las cuencas vacías
de mis ojos cadáver.
La flor del tabaco
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*(Pues si mata… que mate)*
*A Manolo Rubiales –echando humo.*
*Ayer noche, al quedarme sin tabaco*
*–Estaban los estancos y colmados,*
*Los quioscos...
1 comentario:
Oscuro y siniestro poema de desamor
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