A los corruptos
Cuando muera quisiera
ser, como aquella santa
ebria de cornezuelo,
brazo incorrupto. Y, puestos
a soñar, por qué no
incluir la otra mano
en el lote. Ambas piezas
darían mucho juego
en ese breve espacio
de tiempo que los hombres
llaman eternidad.
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