Viene la Navidad. Entre un triángulo de palacios comerciales –la FNAC, El Corte Inglés y Las Setas de la Encarnación- pasean y van de compras miles de chándales. Las prendas deportivas han igualado como paseantes al noble y al villano. Ha pasado un siglo y ya no se distinguen los viandantes ricos –calados con su sombrero bombín o de hongo- de las gorras con viseras del pueblo llano.
Los dos grandes palacios mudéjares de la Realeza y la Nobleza –El Alcázar y la Casa de Pilatos- ya no acogen la puesta de largo de las niñas bien sevillanas, sino que son negocios para visitas turísticas masivas, regentados por mileuristas azafata(o)s y guardas de seguridad procedentes de los polígonos. La última gran duquesa que habitaba el Palacio de Las Dueñas nos ha dejado. Las autoridades ya barajan convertirlo en un nuevo recurso que enseñar a los turistas, para que su tsunami inunde y ahogue de éxito al casco antiguo.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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