Querida abuela, después de medio siglo a la ciudad no la conoce ni la madre que me parió, o sea, tu hija que te escribe. Como en yanquilandia, Sevilla ha sido colonizada por un popurrí de bares y restaurantes de todas las nacionalidades. De hecho, es cada vez más difícil encontrar donde sirvan menús sevillanos. Te aconsejo entrar con un diccionario multilingüe. Y aunque te sorprendas, a menudo comerás de pie o en taburetes para gigantes. También resulta habitual que veas una backery en lugar de una panadería o una pastisserie en vez de una confitería. Paradójicamente, aunque Sevilla se va convirtiendo en una sucursal del reino de Gargantúa y Pantagruel, no paran de abrir nuevos negocios para practicar deporte y mantenerte juvenil, delgada y esbelta. Los niños acuden a taekwondo y judo, nosotros preferimos aerobic y spinning, mientras los mayores se decantan por el Tai chi o el yoga.
Y otra cosa más, la guerra entre el comer a todas horas y la sobriedad en el yantar se ha trasladado a los supermercados. Se libra aquí una sorda guerra de trincheras, ya que junto a las comidas y bebidas más golosas e hiper calóricas te encontrarás los productos más refinados para adelgazar y estar en forma.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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