–concupiscentes líneas isobaras
restregándose al modo de babuinos
en celo– mueve el aire como una batidora,
y lo anega de un polvo
fino de carne y huesos molidos por el tiempo.
Enciendo un cigarrillo
y a ansiosas bocanadas, tal que un pez
fuera del agua, unidos
al tóxico humo, aspiro
lo restos funerarios de lo inútil,
de lo que nunca tuvo
ayer, hoy ni mañana.
Soy un cadáver respirando muerte.
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