De niño pensábamos que los negros eran peligrosos caníbales que se comían a los misioneros en el África Tropical, como repetía todo el día la canción del “Cola Cao”. Y de los chinos, que eran amarillos y usaban unas larguísimas coletas trenzadas como las del flan chino Mandarín.
Los negros, dice mi sobrina, son los que vienen en barca o saltando una reja metálica, para ponerse a vender pañuelos higiénicos en los semáforos. Y los chinos son los que regentan las tiendas de “todo a cien”, donde compro mis golosinas mientras mi mamá busca los detergentes y paños de cocina.
(¢) Carlos Parejo Delgado
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