—Hola, Caperucita. ¿Dónde vas tan cargada a estas horas de la tarde?
—¿Y a ti qué cojones te importa, lobo de mierda?
—Joder, niña, no te pongas así, sólo pretendía ser cortés.
—¿Cortés? Y un huevo de pato. Pues mira, me dirijo a casa de mi abuelita materna a llevar esta vieja vietnamita para que la resistencia pueda imprimir sus pasquines en pro de la libertad y en contra del fascismo.
—Pero se aproxima el ocaso y, con la noche, el bosque tenebroso se va plagando de radicales de izquierda y sanguinarios independentistas. Todo un peligro para una personita tan joven y tan guapa como tú, niña.
—Y también se llena de chivatos y pederastas como tú, so mamarracho. Y por si no lo sabías, amén de mayor de edad, soy cinturón negro noveno dan de aikido, con lo cual tengo capacidad más que suficiente para defenderme por mí misma, nazi de mierda.
—¿Nazi yo? ¡Constitucionalista, soy constitucionalista! Pero, bueno, no te tendré en cuenta la ofensa y, si te apetece, insisto en acompañarte y así me quedo más tranquilo y, cuando lleguemos, podemos aprovechar para que me presentes a tus compañeros de fatigas y cóctel Molotov.
—¿Eso no te lo has creído tú ni harto vino? ¿Por qué no me comes mejor el potorro en un par de tiempos?
—¡Venga, desde que te conocí lo estoy deseando, Madre del Amor Hermoso!
—Pues venga. Y no blasfemes.
—¡Joder, eso es un pene! ¡Y es enooooorme!
—Pero yo me siento mujer.
—Pues yo eso no me lo como ni muerto.
(Entra en escena el leñador anarcocomunista de 170 kilos de puro músculo)
—O le comes eso a mí colega o te pego un hachazo de pronóstico reservado en la cruz gamada que llevas tatuada en la espalda, pedazo de basura.
—¡Quiero ir a misa!
—No se puede. Come ahí de una puta vez.
—¿Por qué?
—Pero, pedazo de animal, suéltame la mano.
—¡Auuuuuuuuu!
1 comentario:
Blasfemo a mas no poder
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