Se cuentan con los dedos los salones de thé como La Española, Ochoa o la Campana de las exquisitas confiterías que poblaban y hacían especial al centro de la ciudad; y no digamos las tascas y tabernas típicas como el Morapio o Casa Morales, con sus barriles de vino servidos por grifos, que se acompañaban de papelones de pescaíto frito de un puesto inmediato.
Ahora todo lo que no sean tiendas de souvenirs son vulgares bares y restaurantes de archiconocidas franquicias de bajo coste, por tratarse de cadenas de tiendas como burger King, Garnier o MacDonald, que podemos encontrar el cualquier ciudad española con cantidades grandes de turistas.
¿Dónde merendarse o desayunar un café Catunambú con calentitos recién sacados por el churrero del caldero hirviente? Casi en ningún lugar del casco antiguo sevillano.
La alternativa son los sosos churros de bajo coste, ultracongelados desde el Pleistoceno por una fábrica de un polígono industrial de Gerona y puestos a calentar en un santiamén.
Quedan dos o tres sitios, pero quizás pronto no haya ninguno y pasen a la historia de esos comercios tradicionales que perdimos por no protegerlos como patrimonio nuestro, original e irrepetible.
(¢) Carlos Parejo Delgado.
1 comentario:
Preciosa foto de otros tiempos con más arte
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